70 años

Imaginemos un país sin empresas privadas. Estas son las claves: está desabastecido de productos de consu mo, incluso los de primera necesidad; los servicios, cuando funcionan, lo hacen muy mal, esos países suelen caracterizarse por constantes apagones y ciudades sumidas en la oscuridad en cuanto cae la noche; naturalmente, el Estado es el único empleador, de manera que impone los salarios e incentivos, así como los mecanismos de ingreso, ascenso y despidos; por si fuera poco, los jefes no llegan a esa posición por sus méritos sino por su velocidad en arrojarse con la lengua presta a las botas de quien corresponda. Sin excepción, es un país donde impera la miseria y su correlato, las mil formas de rebusque humanamente imaginables, con el estraperlo y la prostitución a la cabeza. Un país sin empresa privada es un país como Cuba. Pobre, acostumbrado a la mendicidad, lleno de pillastres habilísimos para sisar comida o cualquier fruslería. Un vistazo a este panorama puede contribuir a que los venezolanos valoremos la empresa privada, tradicionalmente poco favorecida por nuestro reconocimiento. Es como si el emprendimiento que trae empleos, riqueza y bienestar no tuviera la nobleza de la refriega bélica o el atractivo del poder político. Hemos necesitado una déca da de persecución contra la empresa privada para apreciar en su justo valor el papel que desempeña en la sociedad. Cada cierre de empresa supone la eliminación de puestos de trabajo directos e indirectos, el empobrecimiento de muchas familias y esa marca atroz que el actual régimen ha impreso en la piel de Venezuela: la emigración masiva de jóvenes desencantados de su país que les niega oportunidades al tiempo que les muestra el colmillo helado de la violencia y la inseguridad ciudadana. En estos años, muchos empre sarios han claudicado. Otros han pactado con el demonio, que ya sabemos cómo paga a quien bien le sirve. Algunos han hecho marañitas debajo de la mesa. No falta quien haya recorrido en diez años la senda que a otros les llevó varias generaciones. Pero también ha habido una clase empresarial que se ha mantenido en el país contra los vientos más bravos, dando trabajo, invirtiendo en este suelo, ofreciendo bienes y servicios; en este grupo se incluyen las empresas periodísticas que han afinado una voz...

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