Introducción a Lección de anatomía

La increíble campaña de difamación que iniciaron en contra de Una tumba para Boris Davidovich y su autor queda detrás de nosotros como un sabbat provinciano; las ventanas vuelven a estar a oscuras, las cortinas corridas, los perros enmudecidos y, en las plazas, el viento hace revolotear hojas de periódicos viejos, el último testimonio de esa noche de Walpurgis, de esa mascarada literaria de brujas.Y como es posible que algún día un historiador de la literatura intente descifrar todo aquello, todo aquel tejemaneje bautizado por la prensa como la polémica literaria más grande de la posguerra en Yugoslavia, que intente reunir en un montón todo ese papel de periódicos amarillentos para poder contemplar desde un aspecto literario-histórico, con imparcialidad, todo lo ocurrido en la verbena desenfrenada de nuestra literatura, yo quiero ofrecerle aquí a él, a este futuro investigador, unos datos que podrán interesarle y ayudarlo a orientarse en la oscuridad.Porque, a pesar de la gran cantidad de tinta derramada, así como de bilis, ese futuro investigador difícilmen te se orientará en medio de todo el asunto, pues las cosas se de sarrollaron por lo general entre bastidores, en nuestros salones y clubes literarios, en nuestro tugurio poéti co, y la prensa escribió sobre ello de mane ra mayoritariamente sensacionalista, es decir, estúpida.Y si no hubiera exis tido la prensa sen sacionalista y estos periodistas-escrito res-fracasados nues tros que dieron su tono y matiz a todo el caso, quizá no habríamos llegado hasta este libro, no habríamos tenido que lle gar, porque yo habría expuesto todo esto o al menos la mayor parte de lo que quiero decir en las páginas de la prensa mientras la polémica aún estaba en curso. En este sentido de esclarecimiento de dudas y malentendidos, yo también había escrito unos textos justo a tiempo, sin embargo no pude publicarlos por la supuesta objetividad de algunos rotativos literarios y no literarios cuyos editores consideraron que yo, como parte interesada, no tenía derecho a exponer mi opinión sobre cosas que me atañían sobremanera, o porque yo mismo retiré los textos al comprender que los diarios de gran tirada aprovecharían como ya habían hecho con textos míos anteriores sólo la parte sensacionalista, sustrayéndoles cualquier argumentación y sentido.La campaña de difamación duró con plena intensidad unos siete meses de septiembre de 1976 a...

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