A contravía

No consigo servilletas. Tan absurdo y simple como eso.Tres intentos en distintos supermercados. Todos fallidos. Había olvidado el tema hasta que fui con mis hijos a un restaurant de comida rápida que ya no es tan rápida y cada vez es menos comida, lo sé. Al final del pequeño suicidio estomacal veo que sobre la bandeja sobrevivieron inertes, pulcras, sin uso, un brevísimo puñado de ocho servilletas.De pronto, me brillaron los ojos. Vi furtivamente hacia los lados.Era el momento perfecto. Total, esas servilletas me pertenecían, formaban parte del indigesto y gustoso menú. Bastante que había pagado por todo lo que reinaba sobre esa bandeja. Tomé las servilletas, las apreté como quien ama de repente y las guardé en un bolsillo de mi chaqueta. Ocho servilletas. Salí del local con la ridícula sensación de haber hecho algo fuera de la ley. Pero adquirí ocho chances más para limpiar mi boca. No es el momento de pensar en el aceite o el arroz. Vamos por partes. Es, apenas, domingo. ¿Crisis? ¿Cuál crisis?, canta Supertramp.*** Un obrero me ofrece un negocio: dos parcelas con dos tumbas cada una, a 7.500 el hoyo en el cementerio de Guatire. Eso está regalado. Las puede vender carísimas después. Y con el problema de la inseguridad, imagínese la demanda que hay. Me quedo mudo, no sé qué decir. Ciertamente debe haber una amplia solicitud de ataúdes y terrenos para dormir un poco esa resaca que es la eternidad. Me habla de las ventajas del sitio, de la vista que posee. Apenas sonrío con algo de estupor y dejo escapar el negocio de mi vida. La muerte, cuando se vuelve tan abundante, puede ser un asunto rentable.*** Caracas está escrita por el vértigo. Ese es su autor intelectual.La paradoja es su talante. Oscilamos entre la riqueza de su vida cultural y la crisis de sus servicios básicos. La gente va de la risa a la sangre el mismo día. Del Sarao a la muerte. De la consigna a la apatía. Del insulto al piropo en la misma calle. Hoy agrupo en mi memoria los basculantes fragmentos de una semana al azar. Una semana como maqueta del biorritmo que nos define. Alguna vez pedí públicamente un poco de aburrimiento nacional. No me ha sido concedido. No hay aspiraciones cercanas a que eso ocurra.El país es una chirriante máquina de café. A veces hay semanas que parecen una docena. Caracas es un café expreso.*** Esa sensación de abrir los ojos, desperezarte, buscar a tientas la prensa y que el país te ladre sus noticias. Denuncias de magnicidio que propician bostezos...

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