Marx, para nosotros

Estamos en presencia de un mundo religioso. En éste los productos de la cabeza humana aparecen como figuras autónomas, dotadas de vida propia, con relaciones entre ellas y con los hombres. Así les ocurre en el mundo de las mercancías a los productos de la mano humana. Digo que esto es el fetichismo que se les pega a los productos en cuanto se producen como mercancías... Hasta la fecha, ningún químico ha descubierto valor de cambio en las piedras... Marx, para nosotros, se tra ta más bien de un pensador mucho más dúctil que hurga en los estratos de ADN del capital; que interpreta los vericuetos del lenguaje con la conciencia de, como dijera Pierre Bourdieu, lo que hablar quiere decir, más cuando se intenta hablar interpretando las voces que de la mercancía se derivan. En tanto que abogado, judío, hijo de un cabalista y amante de la poesía, poseedor de varios idiomas, Carlos Marx puede ser visto también como precursor de la lingüística, de la literatura, del pensamiento crítico y la revuelta. El capital es tal vez la primera obra política pensada en clave literaria, compuesta por piezas móviles, en completa apertura, lista para la permuta y las combinaciones. El plan inicial de Marx, que consistía en redactar seis volúmenes de El capital. En Marx no hay ingenuidades. Aquí, en esta obra, no hay titubeos; no podemos pensar que se trata de un detalle que pasó por alto luego de casi 20 años de elaboración y nada menos que en la primera frase, en que nos adentra a un mundo fantasmagórico lleno de espectros y apariciones tales como objetividad fantasmal, fantasma insustancial, pura ilusión, falsa apariencia, velos de la ilusión. El pensador imagina, tal vez, un tinglado trágico de actores que tejen su trama en el Londres evanescente del siglo XIX. Con la eterna bruma opaca de una neblina que hace desaparecer las cosas aunque sigan allí, frente a nosotros. A esto lo llama opacidad. Movimientos y giros que tejen de un mismo hilo la estrategia para dar con la lógica...

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