Lo matriestructural y el incesto social

Es muy común la designación de matricéntricos que no matriarcales, para hacer alusión a esa devoción central por la madre que caracteriza a muchos pueblos de la América no anglosajona, Venezuela entre ellos, fundamentalmente. Y es cierto, la figura de la madre constituye todo un modelo simbólico que impregna nuestras subjetividades, visiones del mundo, sistema de representaciones simbólicas y estructuras sociales en general. La madre no sólo constituye el principal vínculo socioafectivo entre hijo y figuras parentales, sino entre el resto de los miembros de la familia y del Otro generalizado. Y esto es una cosa que está profundamente arraigada en nuestro inconsciente, hasta tal punto que nuestras principales proyecciones simbólicas tienen a la madre como figura central: el culto a las vírgenes, por ejemplo, como divinidades femeninas. En este mismo sentido po dríamos hablar de un modelo de relaciones que a falta de un mejor término lo denominamos como matriestructural. Con este término nos referimos una situación en la cual la madre, como modelo simbólico, se constituye en el significante y principio de estructuración estructura-estructurante hegemónico de la dimensión sociosubjetiva y relacional en una sociedad con diseño matriestructural. Significa un proceso de empobrecimiento socioespiritual con sus consecuencias en las estructuras de relación, al centrarse en una sola cara de la moneda que significa el privilegio de lo femenino-materno anima por encima de cualquier otro principio. Más allá de la necesidad de la presencia de la figura del padre en el universo sociosubjetivo, nos referimos a una relación con la madre del tipo de las identificaciones sincréticas que anulan seriamente las posibilidades de la construcción de una individualidad fundamentada en la diferencialidad. Todo gira alrededor de este eje que constituye un ego simbiotizado y desdiferenciado con respecto a la posibilidad de la construcción de una visión sociocéntrica de la realidad social, de los otros y del sí mismo, finalmente. No se trata del com plejo de Edipo...

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