William Niño Araque

Nadie conoce la ciudad, porque la ciudad siempre desborda, escapa y muta.O se disfraza de tarde de domingo. O se entristece como un hombre viudo. O simula durante algunas horas una vocación de civilidad. O se llena de cicatrices. O abre sus fauces. O se aleja y se disuelve en sus proximidades la periferia de cada ciudad es un escondrijo, un reducto de ocultamiento, un modo de desaparecer para siempre. O permite que se levante un altar en forma de café o de plaza. O es capaz de producir un ruido tan ensordecedor, que ya ni siquiera se le puede mirar al paso, porque la sonoridad del caos ocupa el aire y reniega del paisaje. La ciudad tiene una secreta potencia: resiste a la mirada del hombre. Ella es más de lo que el hombre puede ver.La ciudad es lo inabarcable.No se la puede conocer, menos todavía re-conocer. Hay quienes insisten. De hecho, la ciudad cobija a dos clases de personas: los indiferentes los que circulan envueltos revestidos de teflón y los que persisten. Los tozudos que la miran, mientras ella se sustrae.Nada hay tan veloz y tan dispuesto a su metamorfosis.Basta un parpadeo para que ella sea otra cosa. Entonces la mirada se empeña en fijarla.Pero esto no es posible: en un instante la ciudad se ha alejado, se ha convertido en otra el tempo real de la ciudad es el nanosegundo. Ha tomado varios caminos a un mismo tiempo. O se ha partido la idea es de Jean-Luc Nancy.O se ha transformado en una imagen del pasado. Por eso es que los expertos en la ciudad son señores de color sepia.Profesionales de la nostalgia.De una ciudad que alguna fue fijada , retratada.Puesto que no se la puede conocer, tampoco admite ser pensada . No sólo la mirada, también el pensamiento se...

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