Las patadas históricas

La crisis de desabastecimiento es ya un hecho incontrovertible, pero especialmente entre la clientela de la oposición. El equilibrio no se encuentra en el mercado. No hay mesura en los estantes. Ni con tarjeta electrónica aparece la paciencia. Se pier den las horas en las colas de las bodegas tras el empeño de encontrar cordura. O se ganan, según sea la orientación de los señores de la fila. Ni siquiera aparecen esos bienes en la lista de los productos regulados, mucho menos en el registro de las mercancías importadas, especialmente si provienen de ciertos conciliábulos establecidos en Miami. Pero a los usuarios no les falta Dios: hay otros productos en abundancia. Por ejemplo, la murmuración y la calumnia, cada vez más al alcance de la mano por la influencia de la prisa o por el consejo de intereses inconfesables. Nada de qué preocuparse, en todo caso, porque no se trata de reacciones inesperadas en situaciones de turbulencia.Son moneda corriente cuando se experimentan los desgarramientos de una división de la sociedad. ¿No existe esa división en la actualidad? Tratar el tema es peligroso, porque se puede considerar que el opinador se erige como sujeto imperturbable y vanidoso que observa desde el palco las maromas suicidas del prójimo y se va a descansar en paz cuando termina la función mientras el resto del circo vive en la agonía. Por desdicha, la función no termina a una hora determinada de antemano, ni se pueden dejar de lado las angustias colectivas, ni pretende uno tener vara infalible para juzgar a los demás. La cosa es más complicada, realmente difícil de analizar, pero también oportuna para llamar la atención sobre su calidad necesariamente transitoria, sobre cómo tendrá que pasar algún día después de dejarnos los huesos molidos, la reputación trompicada y maltrecha la vida. Algo tendrá que salir, pensado cabalmente o como producto de la casualidad, para que lleguen vicisitudes nuevas y distintas.Pero si lo sucedido tuvo importancia, si el futuro le pasa cuen tas al pasado, es evidente que los hombres de la actualidad tendrán que enfrentarse mañana a las consecuencias de su conducta. No creo que se trate de una inquietud capaz de quitarles el sueño a los ciudadanos corrientes, a quienes no...

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