Abuelas a los 30

cargó a Amelia, la abrigó con una manta y pidió un taxi en el Hospital Pérez Carreño. Se bajó en el desorden de la plaza Sucre de Catia y allí se montó en el jeep que la subiría hasta Nuevo Horizonte.Con la bebé de 10 días de nacida apretada en el pecho llegó hasta su casa, donde la escenografía de criar niños todavía no estaba completa: un corral prestado, una poca ropa y los pañales. Era el domingo 22 de abril de 2012 y Gabriela -de 34 años de edadestaba descubriendo los ojos de su nieta.Esa noche no durmió para poder cum plir el ritual sentimental de las abuelas: velar el sueño de los nietos. La veía y no lo podía creer. Como nació con una infección respiratoria la tuvieron 10 días sin que pudiéramos verla. La estaba conociendo en ese momento. Amelia salió con Gabriela del hospital, pero Arianna, su mamá, se quedó un mes más. Los primeros días de vida de la bebé, los primeros desvelos, los primeros baños, los primeros paseos al sol fueron arrullados por su abuela. La niña me dice `mamá’ y me tiende la mano. No me dice abuela, asegura Gabriela.Arianna casi se muere. Otro domin go, dos meses antes del nacimiento de Amelia, Gabriela la encontró hinchada de pies a cabeza. Al día siguiente iban a ir al ginecólogo a ponerle a la muchacha de 16 años de edad un dispositivo intrauterino, pero su cuerpo deforme las obligó a salir de emergencia. Cuando llegaron al hospital le hicieron una prueba de embarazo: tenía 20 semanas de silencio y gestación. Nunca nos dijo.Me enteré en el hospital. Me la trasladaron de emergencia porque tenía una preeclampsia. 12...

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