Tengo un Aleph en el bolsillo

Hace algún tiempo escribí que las corbatas se estaban convirtiendo en una excentricidad del pasado como las túnicas romanas. Se utilizan pero cada vez con menor frecuencia en una época signada por la informalidad, las camisas por fuera, los gluten-free, la imagen y la vida inteligente y superior de los móviles. Buda, luego de ser príncipe e internarse por siete años en el bosque, apenas llegó a una conclusión: que lo único permanente era el cambio. Hoy, el cambio ha pasado a ser más que un medio, se trata de un fin en sí mismo.Lo que describe nuestro tiempo es el movimiento. En estos días le envié un libro de regalo a una persona a quien le llevo unos 30 años nací en 1960, de modo que calculen ustedes. A pesar de la revolución del WhatsApp, Twitter, Instagram, Snapchat y hasta el vetusto email, no recibí agradecimiento ni acuse de recibo por ningún medio. Me han dicho que las actuales generaciones no acostumbran esos detalles y que no espere nada a cambio. Más allá del consejo filantrópico espero que la civilidad no haya sido prohibida por la velocidad que parecemos llevar.No me preocupa el cambio. Al contrario, me emociona y suscribo la tesis de que sí vivimos el mejor de los mundos. Nos enteramos en un santiamén qué sucede en el planeta con diferencia de segundos y desde la cubierta de nuestros smartphones se asoma luminosamente la totalidad del universo.Mi amigo Norberto José Olivar me tutea que Google es el Aleph curiosos lean El Aleph de Jorge...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR