Atchugarry: de paso

Conocer un artista puede resultar una sorpresa grata. Pero encontrárselo de paso o por casualidad es una experiencia inolvidable. Pablo Atchugarry Uruguay, 1954 estuvo en Caracas de paso. Iba hacia la isla de Margarita a regodearse en sus cálidas playas. Es un amante de nuestra naturaleza.Ha visitado el archipiélago de Los Roques y la selva de Canaima. Fue en Venezuela que, de paso, coincidió con su esposa.Conversar, en medio de ese periplo, fue una parada inesperada en el camino.No deja de admirar la exube rancia del trópico. Recuerda que su primer encuentro con el cinetismo fue al ver, por vez primera, la esfera de Soto, en 1977, en el Centro Pompidou de París. Dice que esas líneas lo marcaron. En Venezuela observa el cinetismo por todos lados, en el movimiento de las palmas, en el brillo de la luz.La primera vez que supimos de la obra de Atchugarry fue en una subasta de Christie’s, en París. Ahí había un mármol, de más de 200 cm de altura, en el año 2004. Se estimaba entre 24 y 28.000 euros. Se remató por 65.000 euros. Entraba el uruguayo al mercado del arte internacional por la puerta grande. ¿Pero quién es Pablo Atchugarry? Es un hombre enorme, de unos 1,90 m. de altura, un gigante en persona. Basta conversar un rato con él para ver su sencillez. Su emoción por el arte, por la naturaleza. De niño su padre constructor y pintor aficionado fue allegado al taller de Torres García. De tal manera que cuando el joven manifestó su deseo de ser artista no sorprendió a nadie.Parecía que estaba predes tinado para ser escultor. A los 12 años le dieron como tarea hablar de Italia. Su padre le consiguió unas imágenes del lago de Como y de unas canteras de mármol. Lo demás vino por añadidura. En el año 1979 hace su primera pieza en mármol. La tituló Europa . Once años después de aquella experiencia escolar viajaría a Italia a aprender los secretos del mármol. Hoy vive entre Uruguay e Italia, en Brescia, cerca del Lago de Garda. Ver las imágenes de un joven Atchugarry cargando una enorme pieza de mármol en un cochecito desvencijado, en la ciudad de Brescia, es realmente revelador de lo que sería la tenacidad de este hombre.La primera impresión que causa la obra de Atchugarry es de admiración. Guardando las debidas distancias, pudiera ser una especie de Bernini del siglo XXI. El maestro del barroco se regodeó en llevar al material al límite de su resistencia. Un asunto nada fácil en una pieza figurativa y con los implementos básicos de hace quinientos...

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