Básquet interruptus

La indefensión de la empresa privada en Venezuela se constata hasta en la se rie final del baloncesto de la NBA. Por mi psicosis hacia las cadenas de Nicolás Maduro, generalmente veo los partidos en la televisión por cable. El jueves probé con Meridiano TV para el cuarto juego entre los Spurs de San Antonio y el Heat de Miami, con los comentarios de Carlos Mauricio Toma Papá Ramírez y Pascual Artiles. Me captura el destino: a las 8:53 pm, cuando faltan 5 minutos y 8 segundos para el final del primer cuarto: patria, patria, patria querida.Lebron James tiene 3 puntos antes de la cadena. Luego de las noticias del Plan Catia, la comunidad socialista Amatina y su campamento de pioneros, la unidad de producción Argimiro Gabaldón, la inspección a la planta Venvidrio y la milésima reinauguración del teleférico de Mérida, y el videoclip Alas sobre el delirio del grupo Ivin dos actores interpretan a Simón Bolívar y Hugo Chávez y aparecen de espaldas con espadas en la mano, y la llanura se pierde en el horizonte, y un niño sigue al caballo blanco, y todo lo demás, James regresa con 11 puntos.Llevo la contabilidad de los puntos de los jugadores con rayitas de lápiz en una libreta de taquigrafía, y ese tipo de paréntesis hacen que me desespere como Hulk. Pero en Venezuela siempre se puede ver el vaso medio lleno: la cadena no fue en el tercer cuarto. Y con el tiempo uno aprende que, sobre todo en la NBA, el más valioso no siempre es el que anota 30 puntos. Las estrellas son James, de Miami, quizás el basquetero más completo del momento, pero al que se le nota algo incómodo en la serie se quita y se pone el protector bucal, y es inevitable pensar en el AH1N1, y Tony Parker, de San Antonio, que se divorció de Eva Longoria y a pesar del nombre es francés: sus movimientos y rasurado son más exquisitos que los de sus hermanos de raza del otro lado del Atlántico, y hasta sus cestas entran más suavecito. Parker está entre los más bajitos en la cancha: mide 1,88 metros, casi 20...

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