Barbas en remojo

Quienes se declaran admiradores de la dinámica china pier den con frecuencia de vista lo que el tamaño de la inmensa nación y su penetrante presencia en la escena global no muestra: las ineficiencias, la corrupción, la politización, los férreos controles que están presentes en el quehacer diario de la administración y en la vida de los pequeños ciudadanos. Es cierto que China no es la misma que hace tres décadas cuando se inició el proceso de apertura que ha traído un crecimiento exponencial para su economía. Pero la economía no es todo en ese país que se adentra en el Tercer Milenio sin que una completa transformación social, administrativa, legal haya acompañado al ritmo de la expansión económica. El dilema entre mayor o menor apertura y entre mayores o menores libertades aún está vivo hoy y persiste un constante pugilato entre la tesi aperturista y el modelo que proclama y exige mayor y mejor gravitación del Estado en el día a día. En la medida en que se acercan las fechas en las que al Partido Comunista le toca decidir en manos de quién poner la evolución futura de la nación, lo que tendrá lugar antes de fin de este año, las encrucijadas que debe resolver adquieren potencia y el país, en todos sus niveles y centros de actividad, se vuelve a replantear cuál es el camino por continuar dentro del viraje revolucionario que inició Deng desde el año 1982. La sociedad armoniosa promovida por Hu Jintao durante una década entera no ha cambiado sustantivamente la forma en que China actúa en muchos terrenos. Hoy por hoy, la tierra sigue perteneciendo al Estado, los trabajadores no tienen derecho de escoger el lugar donde laboran ni son remunerados de manera justa, las parejas siguen...

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