Nuestra bondad se agotó ya

El documento fue publicado en Trujillo, el 15 de junio de 1813.Se cumplen doscientos años de una decisión capaz de provocar polémicas justificadas. Se trata de una decisión insólita debido a que su autor, un joven que apenas comienza a destacar, se atreve a determinar a la fuerza los linderos del bien y del mal, la distribución de premios benevolentes y castigos severos, la división de los hombres del contorno en ángeles y demonios que se deben separar sin miramientos. Nadie se había atrevido a semejante decisión, pero un bisoño brigadier llamado Simón Bolívar la toma para que en adelante nada sea como había sido en Venezuela. De allí la trascendencia de la Proclama de Gue rra a Muerte, y la necesidad de mirarla con nuevos ojos ahora, cuando el tiempo tal vez permita observaciones libres de los prejuicios habituales.Un soldado sin fortuna Son pocos los laureles que Bolívar puede mostrar en 1813, especialmente en la parcela militar que después lo convertirá en estatua de bronce. Había llamado la atención como agitador en la Sociedad Patriótica, pero sin destacar de veras. Las armas no habían sido su fuerte, sino todo lo contrario. Jamás pudo levantar la bandera del triunfo cuando sirvió bajo las órdenes del Generalísimo. Le fue mal en la captura del convento franciscano de Valencia, fortalecido por los realistas. Después salió con las tablas en la cabeza en la defensa del castillo de Puerto Cabello, que dejó en manos del enemigo porque no pudo o no supo controlar el teatro que había quedado bajo su comando.Tal vez conmovido por la carga del infortunio, tomó la única decisión que le salió bien: apresar a su superior para que pasara a disposición del capitán realista Domingo Monteverde. Distancia descomunal ante el héroe de entonces, conducta de la que resulta difícil ufanarse, es el único punto positivo que pudo anotar en su historial, en caso de que así le pareciera. Pero se libró de la cuchilla de los triunfadores, cuyo jefe le permitió salir hacia el extranjero.Una revolución inesperada Antes de marcharse, tuvo tiempo de observar la única revolución que en realidad había sucedido, más contundente que la separación política anunciada el 5 de julio de 1811. Por lo menos así debió percibirla un aristócrata que se había convertido en insurgente sin imaginar lo mal que lo pasarían los de su clase.Ahora gobernaban unos canarios cerriles. Las mansiones de las familias acomodadas habían sido invadidas por la chusma. Las damas blancas se escondían...

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