Bueno, bonito y barato en los alrededores del Pozo del Cura

Empezamos a visitar la costa de Vargas en los años setenta, cuando era territorio virgen, reino indiscutible de la naturaleza y disfrute diario de sus pobladores. Lo asombroso es que 40 años después se mantenga tan virgen con sus bemoles a pesar de su cercanía con Caracas. Ahora abundan las posadas, los pueblos han crecido, la carretera es de cemento con algunos sectores deteriorados, en las playas alquilan toldos y sillas, hay restaurancitos, es posible conseguir gasolina clandestina, quitaron la estación de servicio de Los Caracas, mucha gente ha comprado terrenos, se han construido casas preciosas y los viveros son un esplendor. Desafortunadamente llegó la inseguridad, permitieron el paso de motos que estuvieron prohibidas por años, es una temeridad acampar, lo mismo que meterse en una playa solitaria, a los ríos es preferible ir sin nada de valor y dejar los carros a buen resguardo. Lo único que se mantiene in mutable es la naturaleza, generosa y exhuberante. Playas salvajes y tropicales, de oleaje fuerte y grandes extensiones de arena. La vegetación muy verde en la montaña. Los ríos limpios porque nadie habita en las cabeceras. El gobernador de Vargas ha sido inflexible en cuanto a las construcciones. Se ha respetado el concepto de Costa Verde: bajo impacto, nada alto, impensable edificios de la Misión Vivienda, tampoco el adefesio de la bahía de Cata. En esta costa manda la naturaleza. La euforia del Pozo del Cura. Desde esos años setenta ya era mítico el baño en el Pozo del Cura antes del regreso al hogar. Ahí dejábamos el agua salada y recuperábamos la frescura con el agua helada y dulce. Lo recomendable y amable es dejar los carros en los alrededores de la posada Río Tepui y subir por el senderito entre el bosque de palmas. El río agradece que no lo llenen de aceite. Es más seguro porque los malandros buscan la forma de llevarse todo lo que dejen mal puesto en los carros y ni te enteras. En el camino deben fijarse en el humito que sale del agua. Son aguas termales silvestres que aparecen y desaparecen. Sanadoras y reconfortantes para los músculos engarrotados. El pozo como tal es profundo, con una cascada baja pero contundente. Si no saben nadar, absténganse. Quédense en las orillitas junto a las piedras. Más arriba por un senderito precario queda el Tobogán de la Selva. Bien sabroso pero hay que ir con cautela. Para hospedarse. Justo en la entrada del Pozo del Cura queda la posada Río Tepui, el trabajo honesto y dedicado de Rafael...

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