Las campanadas que nadie escucha

Se confió. Hace veinte años los vecinos habían acordado con él cuál era clave si se presentaba una emergencia. “Me dijeron: padre, si a partir de las 8:00 pm ve una cosa rara no salga, toque las campanas de la iglesia que nosotros acudimos”.

Nunca lo hizo. En ninguno de los innumerables robos que sufrió la parroquia sintió necesidad de alertar a su feligresía.Pero el 15 de enero, a la 1:15 am, creyó forzoso hacer mucho, mucho ruido.

Nadie salió.Al cura de la parroquia San Martín de Porres de Caricuao, Marco Robayo, no lo mataron esa noche. Pero sí lo molieron a golpes, en el mismo lugar en el que fue ultimado un fotógrafo para quitarle la cámara. La cara del clérigo de 80 años de edad apareció desfigurada al día siguiente en diarios y noticieros de televisión. Es cierto que no lo asesinaron en este país se da gracias a Dios por salir vivo de un robo, pero al delincuente no le importó que fuera un anciano ni un religioso para caerle a puños sin piedad, hasta dejarlo en el piso.

El agresor luego se supo que tenía 19 años de edad y que era de la misma zona le quitó un reloj sólo después de descargar su furia contra él. “Cuando estaba en el suelo golpeado fue que me dijo ‘déme el reloj’. Los puños fueron antes”, cuenta el sacerdote.

¿Hasta cuándo?

Todo empezó con un ruido que escuchó la sobrina de...

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