Capubana se parece al cabo San Román

La geografía se impone. Cuan do estás al lado del mar, con desierto en kilómetros de la redonda, los médanos blancos por ahí mismito, el cabo San Román más cerca todavía, las salinas de Las Cumaraguas hacia el otro extremo y pocos habitantes en los alrededores, tienes que ponerte creativo al momento de construir. Respetar el entorno. Procurar hacer uso de sus fortalezas aunque luzcan inhóspitas en lugar de combatirlas. Es lo que hicieron Octavio Teruel y Yineska Paz, la cálida pareja que inventó la posada Capubana, en el punto más septentrional del territorio nacional, pegada del mar, revuelta de vientos y arena, adornada por cactus, cardones y cujíes. Él tenía la camaronera de Paraguaná. Es acuicultor, especialista en cultivos marinos, algas y camarones. Ella se graduó en Ingeniería Pesquera.Por sus oficios llegaron a estas costas y ahí se quedaron, ahora como posaderos, pero sin abandonar otros planes.El papá de Yineska Miguel Ángel Paz es constructor. Se metió de pies y cabeza con ellos. Todo se hizo con piedra de la región. Pintaron con cal y goma elefante. Ha pasado un año y parece que fue ayer.Las plantas se riegan con agua salada. La grama es de Adícora. Más fuerte y espesa que la japonesa y no pica. Las tumbonas en madera se las hizo Romer Derse, un artesano de Pueblo Nuevo. Lorena Teruel una sobrina diseñadora les hizo las lámparas con madera y tejido en mecatillo para exteriores. En interiores son de maderita y papel. Hay estanques para criar langostas y pargos. Juan Alejandro Arias escultor, pintor y decorador de interiores hizo el diseño de las paredes de las habitaciones con figuras sutiles de tortugas, peces y algas. Es más bien una textura en color. Delicadísima. Trabajan con pozo séptico y sumidero. La piscina es de agua salada. Riquísima.Los techos parecen de tela, pero es el cemento que se echó sobre plástico y luego lo cortaron. Ingenioso y práctico. Hay que fijarse en los detalles.Lo que se ve sin preguntar. Desde la carretera se luce esta construcción con su encanto mediterráneo. Blanca impoluta, forma redondeada, techos que no se ven. Parece que hubiera llegado volando desde las islas griegas. Al entrar el ventanal del comedor permite ver la piscina lindísima con cascaditas, los jardines lozanos, las caminerías, unos tolditos de tablitas bajo los cuales reposan las tumbonas, todo en madera.Dijeron no a la invasión Manaplas, lo cual se agradece en este entorno tan orgánico. Cada habitación tiene su nombre: caballito de...

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