Caracas entre la ciudad guzmancista y la metrópoli revolucionaria

Después de 1992: urbe violenta e insurgente Estallado a pocos días de la suntuosa toma de posesión de Pérez en febrero de 1989, el Caracazo prefiguró la agonía de la Cuarta República a lo largo de los años noventa Sanoja, 2004, cuando muchos de esos conflictos y contradicciones se desahogaron por vía institucional, militar o subversiva. Mientras CAP II regresaba de un encuentro de líderes neoliberales en Davos, Suiza, los conjurados del ejército intentaron perpetrar, en la madrugada del 4 de febrero de 1992, un golpe de Estado desde los cuarteles de Maracay, Valencia y Maracaibo. Sin embargo, el teniente coronel Hugo Chávez no logró completar la toma del palacio de Miraflores en la capital. Al aparecer esa mañana ante las cámaras televisivas reconociendo que no había podido cumplir por ahora sus objetivos militares, el comandante Chávez se perfiló como protagonista de los cambios por venir, mientras la audiencia trasnochada, como hace notar Arráiz Lucca, observaba con estupor y hasta con admiración a un hombre que se hacía responsable por su fracaso, cosa infrecuente en la vida pública venezolana de entonces Arráiz Lucca, 2007: 195. Mientras la economía venezolana crecía cerca del 10% para finales de aquel año aciago 1992, los caraqueños tuvimos que presenciar, en la madrugada del 27 de noviembre, una segunda asonada golpista, perpetrada esta vez por militares de la aviación. La separación de CAP del ejecutivo por causa de la partida secreta de 250 millones de bolívares insignificante en comparación con otros escándalos posteriores fue acaso la estocada final del vilipendiado statu quo de Punto Fijo, que curiosamente Rafael Caldera hubo de cerrar en su segunda presidencia 1994-1999, a pesar de haber sido protagonista firmante del pacto original y dueño de la quinta caraqueña que le diera nombre Arráiz Lucca, 2007: 197-200.Al decir de Tulio Hernández, el Caracazo es un acontecimiento realengo que ha trascendido tanto las interpretaciones simplistas y elusivas de los partidos tradicionales como las ideologizadas de la historia bolivariana posterior. Por un lado, en la temprana resaca del gobierno de CAP, aquel acontecimiento tan complejo fue minimizado, obviado y soslayado con tal de seguir a pie juntillas el plan de ajustes económicos que se había concebido como panacea nacional Hernández, 2007; su incomprensión y obliteración por parte de políticos que semejaban avestruces o dinosaurios fue la evidencia incontestable de que AD y Copei, y...

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