Caruao, mi pueblo en Vargas

¿Cómo llegar? Hay dos vías. Una por la costa de Vargas llegando hasta Los Caracas y luego por una carreterita angosta pero asfaltada para cruzar Osma, Oritapo, Todasana y La Sabana hasta llegar a Caruao y finalmente Chuspa. La otra es irse por Higuerote, entonces queda primero Chuspa y luego San Jorge y Caruao. Es verdad que las lluvias causaron muchos derrumbes y hay espeluznantes fallas de borde, agujeros horrendos al borde del barranco, pero la Gobernación de Vargas quitó la tierra en todas partes, abrió las vías y supongo que en enero comenzarán a reparar los estragos. Esta carretera fue un anhelo de años. Sería imperdonable que la dejaran perder. Casi un año después. Mi papá y mi mamá se instalaron en Caruao hace 16 años buscando la paz. La consiguieron bajo la sombra de las matas de mango, junto a las cayenas y los chaguaramos que sembraron al borde del camino, en las caminatas diarias al mar, los baños en las aguas termales, la limpieza del monte encaramados en su tractor, el encuentro con los niños en la biblioteca y un día inventaron el té relajante La Guachafita --que así se llama la casa-pues esa tierra daba malojillo, toronjil y mandarinas. La canela hubo que importarla de Caracas. Por eso fue tan doloroso cuando esta vida plácida --donde ni siquiera hay espacio para la televisión-fue sacudida sin aviso por una invasión de sus propios vecinos. Tuve que esperar casi un año para compartir con ustedes que Caruao sigue siendo nuestro pueblo en Vargas. Esa extensión del hogar que tenemos cada uno de mis hermanos, sobrinos, primos, tíos y amigos. Es el hogar de mis padres. Sólo ahí consiguen la paz para vivir hasta que Dios se los lleve. Continúan sus caminatas diarias, siembran las hierbitas para el té --que ahora se extendió a la malva-los cuida y acompaña su perro Gofio y conviven en armonía con sus vecinos. Los ríos se ponen furiosos y se llevan por delante lo que consiguen en su camino, pero siempre regresan a su cauce. El dolor cede para darle un espacio a la comprensión. Esa armonía que queremos para el país hay que empezar a cultivarla en los ámbitos más cercanos. Sus encantos. En esta costa de Vargas la fascinación mayor son los verdes de su montaña tan tupida en contraste con las playas salvajes cuyas olas revientan desatadas en enormes extensiones de arena. En la playa de Caruao desemboca el río, el malecón separa el pueblo del mar y las casitas suben hasta los verdes. Ojalá sus habitantes tuvieran más sensibilidad para...

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