Coltán o la fiebre por el oro azul

Los mineros ilegales crearon este pequeño desierto en medio de la sabana. Cavaron durante día y noche las zanjas y los orificios que están sobre el terreno. Donde abundaba el pasto, hoy sólo hay tierra removida. Apenas si quedó un moriche o un chaparro en pie. Es como si una plaga se hubiera ensañado contra esta parte del fundo Las Margaritas, en el municipio Cedeño del estado Bolívar. Nadie ha buscado oro o diamantes aquí. Vienen para llevarse esas piedras oscuras que ahora están al alcance de las manos. Antes eran ignoradas, pero hoy hay una fiebre por ellas y su extracción y contrabando son un millonario negocio que está cambiando la vida de la zona: una tonelada, que puede ser extraída de modo artesanal, se cotiza en la zona en 50.000 dólares aproximadamente y hay vendedores que ofrecen hasta 5.000 kilos al mes. Los lugareños saben que el material es codiciado internacionalmente y han modificado su vocabulario para llamarlo con el término con que se conoce en el mundo: coltán. "Me enteré hace unos meses de que así le dicen a lo que se meten a buscar ilegalmente en el fundo", dice José Barrios, dueño de Las Margaritas. En las sabanas del sur del Orinoco hay gente que habla, como geólogos autodidactas, sobre esas piedras que se explotan clandestinamente en la frontera entre el norte de Amazonas y el oeste de Bolívar, muy cerca de Colombia. Los baqueanos, cuando entran en confianza, demuestran que saben que esa materia prima es imprescindible para computadoras portátiles y teléfonos celulares. Pero, a decir verdad, también es vital para dispositivos de video, aparatos digitales de sonido, consolas de juegos y sistemas de localización satelital, por citar sólo equipos comunes y de producción masiva. Su nombre, una abreviatura más comercial que científica, es una pista para recordar que está constituido fundamentalmente por una pareja de minerales escasos denominados columbita y tantalita. "Con su procesamiento se pueden obtener dos metales de importancia estratégica para la economía mundial", dice Guillermo Tinoco, profesor de la Universidad de Oriente. La mayoría de los venezolanos desconoce los nombres y las propiedades de esos metales. Uno es el columbio (o niobio) y el otro es el tantalio.

El primero se usa comúnmente en aleaciones especiales de alta resistencia como las que sirven para fabricar tuberías petroleras y piezas de la industria aeroespacial. El segundo, sin embargo, despierta mayores apetencias globales. Es un material ideal para transmitir electricidad ¬se le considera un superconductor¬ y además es capaz de almacenar carga y liberarla progresivamente. Por ello se ha convertido en un insumo esencial para producir los componentes miniatura que energizan equipos electrónicos y de telecomunicaciones. La demanda mundial de tantalio ha crecido de forma sostenida desde 1995 y su cotización actual está alrededor de 400 dólares por kilogramo. La producción global ha promediado 1.000 toneladas anuales entre 2008 y 2009. Corporaciones estadounidenses, chinas, japonesas y alemanas están entre los líderes en procesamiento. Desde Venezuela operan redes que ya han enviado toneladas de coltán al exterior. Lo hacen principalmente a través de Colombia favorecidos por la cercanía de Puerto Carreño, ciudad del departamento del Vichada, que está al otro lado del Orinoco. Alcanzarla sólo requiere un paseo de 10 minutos en lancha desde el Burro, un pueblo bolivarense habitado por 80 personas aproximadamente. Pero, según informantes de la zona, hay rutas que atraviesan el oeste de Bolívar rumbo a Puerto Ordaz; y otras que incluso llegan a Brasil. Este país es uno de los mayores productores mundiales junto con Australia, Canadá y el Congo, un proveedor tardíamente vetado porque el control de las minas ha estado asociado a más de 4 millones de muertes en guerras civiles. La cotidianidad en las tierras del coltán venezolano comienza a girar en torno a las ambiciones: los compradores y vendedores abundan; existen miembros de comunidades indígenas que se dedican a extraer las piedras por precios miserables; mafias colombo-venezolanas están involucradas en el negocio y dueños de fundos han sido blanco de amenazas, pero también de ofertas millonarias de empresarios extranjeros o de farsantes que exhiben papeles "oficiales" para ejecutar proyectos con el uso de maquinaria o sin ella. Muchos ya han sacado provecho de la riqueza, sin reparar en costos ambientales. Aunque se ha intensificado el patrullaje militar y el trabajo de inteligencia, también hay habitantes de la zona que refieren la supuesta complacencia de las alcabalas con los traficantes y la presunta participación de oficiales en las redes. Dos temas para los órganos de justicia. Las minas. El ciclo del coltán comienza en áreas como ésta, del fundo Las Margaritas. Los mineros ilegales ocupan y abandonan a conveniencia las tierras donde van a buscar los tesoros del subsuelo que, por ley, pertenecen al Estado y sólo pueden ser extraídos por concesionarios. Disponen de vigilantes que les advierten sobre la cercanía de extraños, según los baqueanos. Parece que alguien estuvo hace poco aquí.

Una suruca está tirada: es el tamiz usado para separar piedras. Hay zapatos, prendas de vestir y otros objetos abandonados. La extracción típica es con palas y picos: los mineros ya saben que basta cavar para hallar el "oro azul". No necesitan dinamita o cinceles. Según los informantes, se paga menos de 100 bolívares por kilogramo "a pie de mina". Esa cantidad puede ser llevada hasta en un envase de compota dada la alta densidad del material. Se usan carros pequeños para transporte y hay casas donde se compra y se vende en la carretera.

"He denunciado en repetidas oportunidades ante la Guardia Nacional las actividades que otros hacen en mi fundo", dice Barrios. No sólo lo ha hecho porque los mineros matan sus cochinos para comer: "Si me callo sería cómplice". Hace mes y medio, refieren fuentes militares, fueron detenidas allí 3 personas que...

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