Contemplar el Auyantepui a pie o en bicicleta

Cómo llegar. Lo más sencillo es contratar un vuelo de Trasmandú en Ciudad Bolívar. El pasaje ida y vuelta cuesta 2.600 bolívares. Desde Canaima también hay vuelos. Kamarata está al pie del Auyantepui, al borde del río Akanán. Una sorpresa. Nuestra primera visita a Kamarata fue hace cuatro años cuando fuimos desde el río Akanán hasta el Carrao. Fuimos directo al puerto. Ahora volvimos y supimos que siempre sucedía así. La visita se concentró en Kavak y Uruyén, aunque Kamarata es como decir la capital del valle. La primera emoción es la vista del Auyantepui. Son kilómetros de tepuy. La visual es inmensa. La disfrutan sus 1.500 habitantes, entre ellos los 180 niños que van a la escuela en la Misión, construida en piedra en 1954 por los franciscanos. El capitán les pidió que se vinieran desde Kavanayén. El padre Eulogio de Villarrín agarró su equipaje y arrancó a caminar. Ahí está desde entonces, pues al morir pidió ser enterrado en la Misión que había construido. Sus restos reposan en uno de los patios internos desde el 15 de abril de 1967 y la foto vigila a quienes entran. La escuela lleva su nombre. El otro sacerdote que admi ran es Víctor de Carvajal, constructor del acueducto, promotor del turismo en Kavak e inventor de la gran alfarería que jamás se terminó porque se le ocurrió morirse antes. Dedicó su vida a esta comunidad. Hizo la iglesia de aquí y la de Kavanayén donde se oficia misa a diario. La Misión de techos altos, patios internos y corredores. Hasta hace poco funcionaba el internado, pero desde que se abrieron escuelas en las comunidades, los niños permanecen con sus padres. Viven aquí sor Nancy y sor Elvira, ambas nacidas en Kamarata. Braulio Rodríguez, profesor de Matemática, Física, Deporte y Castellano, invita a ver cómo se hace el casabe. Bajo un techito de zinc la familia Farfán Abati tiene su rayo para el casabe, el tanque para depositarla, el sebucán una cesta para exprimirlo y sacarle el yare, con el cual hacen el kumache, un picante para cocinar. Con leña se enciende el fogón y sobre un enorme y redondo budare colocan el polvo de yuca hasta que se cocina por un lado, lo voltean con una paleta de cestica y lo dejan secar un poco más al sol sobre unos alambres, o lo comen fresco. Es bastante más grueso que el que conocemos y compramos por Cúpira. Recorrido que sacude. El plan en Kamarata es conocer la comunidad y conversar con su gente. Los maestros deben cobrar su sueldo en Ciudad Bolívar, porque ahí queda el banco donde...

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