Un crimen flota sobre el lago de Maracaibo

Aeso de las 11:00 de la mañana del 24 de agosto de 1962, el entonces presidente de la Repú blica, Rómulo Betancourt, inauguró el puente sobre el lago de Maracaibo, Rafael Urdaneta, cuyo elevado costo, como dijo el jefe del Estado, quedaba a su juicio plenamente justificado por la magnitud de la obra y su trascendencia socioeconómica, que asciende a 350 millones de bolívares, totalmente cubiertos con los recursos ordinarios de los presupuestos generales de ingresos y gastos públicos del régimen constitucional. Los trabajos de construcción habían comenzado el 24 de abril de 1959, a 2 meses de la juramentación del guatireño ante el Congreso Nacional; y quedaron concluidos dentro de los 40 meses que constituían el plazo previsto. Venezuela asistía a la epifanía de una hazaña de infraestructura con una longitud de 8.678,60 metros y un ancho de 17,40 metros, de la que entonces era la obra de concreto armado más grande del mundo. Era, sobre todo, la puesta en escena de la profunda vocación de modernidad que entonces movilizaba al país y muy específicamente al Zulia, proclive siempre, por su conformación portuaria y por su condición de enclave petrolero, a lo nuevo y a la prosperidad. Medio siglo después, el puente sobre el lago es muestra vil de los destrozos obra dos por el autoritarismo, el centralismo y la improvisación. Al cumplirse 50 años de su in auguración, es doloroso constatar que el puente está en el peor estado de deterioro y que incluso se encuentra en peligro, no de caerse, sino de llegar a una postración tal que deba interrumpirse el paso por tramos lo que causaría graves molestias a los usuarios, un colectivo en el que destacan, por cierto, los trabajadores de la industria petrolera. El punto de inflexión se produjo en 2009, cuando el Gobierno nacional dio un zarpazo y le quitó la administración del puente a la Gobernación del Zulia para que lo engullera el monstruo central. La operación se hizo según la pauta de este gobierno: una horda de violentos monta un teatro de calle, supuestamente en protesta, y entonces el Ejecutivo secuestra la entidad asediada en nombre de la revolución. Exactamente lo mismo ocurrió con el puente, y se completó así una confiscación a contravía de lo establecido en la Constitución Nacional. Se trató, pues, de una invasión más. Y ahora el puente, antiguo blasón de dinamismo, es muestra de...

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