Daniel Primero

Nunca ha estado Nicaragua tan cerca de convertirse en una monarquía co mo el jueves de la semana anterior cuando el Congreso aprobó con torrencial mayoría de votos sumisos, reformas a la Constitución discutibles hasta el extremo. De ahí que siguiendo el uso de las monarquías, acaso debería ser llamado como Daniel Primero el señor Ortega, quien gobierna a esa nación, abrumada de problemas.Pero si es que la implanta ción de regímenes vitalicios debería ser considerada -como lo es en efectouna de las características más notorias de las monarquías, resulta forzoso admitir con preocupación que varios otros pueblos latinoamericanos estén caminando por la misma vía.Así sucede con el inefable señor Maduro, de Venezuela, también con el ecuatoriano economista Rafael Correa, al mismo tiempo que el mandatario Juan Manuel Santos de Colombia y seguramente la señora viuda de Kirchner, de Argentina, más allá de los caóticos episodios protagonizados por una parte de los policías, de varias provincias.Las reformas constituciona les de Nicaragua estuvieron aderezadas con abundancia de motivos para impresionar a la ciudadanía y disimular las verdaderas intenciones gubernamentales. Los días previos se insistió en las modificaciones vinculadas con los nuevos límites de Nicaragua que, a su vez, fueron consecuencia de un laudo de la Corte Internacional de Justicia, en el caso que le fuera sometido a este organismo; el resultado fue poner 90.000 km cuadrados del mar Caribe bajo la ju risdicción nicaragüense, y no de Colombia. Con solemnes palabras Ortega, afirmó: Hoy Nicaragua creció en dignidad, porque estaban allí diputados patrióticos quienes dieron...

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