DESPUÉS

En Venezuela, la vida es un después.Nuestro talante ciudadano tiene una tajante línea divisoria: antes y después de Chávez. Nadie escapa a la certeza de que, después de lo ocurrido durante estos años, nunca seremos los mismos.Muchos apuestan por el país que surgirá después del ocaso de la revolución bolivariana. Otros piensan que no habrá después. Que la semilla del chavismo es invulnerable.Perdimos la opinión que teníamos de nosotros mismos. Ha quedado al descubierto que nos hemos sobrevalorado. En el mismo gentilicio donde creíamos que reinaban el humor, la generosidad y la concordia también hacen fiesta el odio, la violencia y el rencor.Caídas las máscaras, ahora somos un después.Tamaña tribulación.*** Una mañana, en mi breve viaje a Miami, visité un local de comida criolla. Son muchos los exiliados que han sobrevivido apelando a la nostalgia del paladar. La gastronomía también es un pasaporte de regreso. Al entrar al sitio veo a una joven que limpia las mesas con afán. Me saluda y, sin mediar protocolos, me cuenta su vertiginosa historia.Tiene apenas tres meses en territorio norteamericano. Se fue al rompe. Vivía en pleno Chacao, allí donde pastaron las bombas lacrimógenas y las guarimbas durante semanas eternas. La vida se le convirtió en un sobresalto. No solo era así la permanencia en el hogar, sino el ejercicio de su vocación. Trabajaba en el Ministerio de Finanzas y había manifestado varias veces su desacuerdo con ciertas políticas. Craso error. Le comenzaron a hacer la vida imposible. Se sintió emboscada entre su trabajo y su casa. No conseguía aire limpio para respirar. Agarró de la mano a su esposo e hijos y saltó al exilio en caída libre. Hoy espera la aprobación de su estatus como asilada política. Es economista, con sólidos estudios de postgrado. Con un coraje admirable, reconstruye su vida en una ciudad que se ha hecho experta en hospedar urgencias. Por ahora, esa joven mujer limpia mesas, con una dignidad a prueba de balas y prejuicios. Después, estrenará su nuevo destino.Esa es una de tantas historias. Miami, Houston, Toronto, San tiago de Chile, Bogotá, Sidney. En todas partes estamos. Construyendo un después.*** Consuelo nació en revolución. Aprendió a decir camarada, pintar banderitas y aplaudir a Fidel antes de llegar a los quince años. Sus padres se descolocaban al oírla hablar así, pues nunca confiaron en los barbudos de Sierra Maestra. Pero aprendieron a callar mientras su hija se convertía en odontóloga. Años...

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