Diálogo en Princeton

Hace unos días, en el venerable e intimidante McCosh Hall de la Universidad de Princeton famoso porque allí Einstein impartía sus conferencias Mario Vargas Llosa y yo sostuvimos un diálogo sobre Latinoamérica. Él, que por lo general ha tendido al pesimismo, se mostró optimista con respecto a los avances y perspectivas de la región. Yo, que he pecado de lo contrario, mostré mis reservas. Él vio el vaso medio lleno; yo, medio vacío. Todo es relativo.En una idea básica coincidi mos: nuestros países han hecho progresos notables en los últimos años. Basta un mínimo de memoria, sentido común y buena fe para apreciar que, comparada con los tiempos de los golpes de Estado, los regímenes militares y las guerrillas milenaristas, los años de las inflaciones estratosféricas y las espectaculares quiebras, América Latina ha desplegado en lo general una madurez sin precedente en su azarosa historia. Nuestra proclividad a la anarquía y la dictadura ha derivado, nadie sabe cómo ni por qué quizá por agotamiento, en un respeto al menos formal por la democracia electoral.Igualmente alentador ha sido el desempeño económico en medio de la crisis global: hemos sufrido sus efectos, pero hemos mantenido una solidez tan inesperada como envidiable. Además, muchos gobiernos han aprendido la lección de no relegar los problemas sociales hasta que estallen, e instrumentan programas de atención a la población más necesitada o marginal.Para Vargas Llosa, el mejor ejemplo de progreso es su propio país, Perú, que fue siempre motivo de mortificación y ahora lo es de orgullo. No es para menos. El país crece, la democracia se sostiene, los programas sociales funcionan. Mencionó algunos ejemplos de ascenso social alucinantes, casos de familias que han pasado de la pobreza y la marginación al éxito global por ejemplo en la industria textil. Lo más sorprendente de todo dijo es la forma en que el progreso material está limando las duras aristas del racismo peruano: Ahora los protagonistas de la economía, visibles en el comercio y la industria, son cholos, es decir, los mestizos, siempre relegados por la arrogante aristocracia. Y aun los indígenas bajan de sus guaridas milenarias a integrarse al crisol nacional. Perú está muy lejos de ser el Edén mitológico que representó alguna vez para la imaginación europea hay intensas protestas sociales en el sector minero y casos alarmantes de corrupción pero está no hay duda en el camino a ser un país mucho menos pobre, dividido y desigual de...

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