Tanto dieron hasta que hicieron su pueblo en la loma del medio

Cómo llegar. Desde Valera pue den tomar la vía hacia Quebrada de Cuevas y luego hasta la Loma del Medio. Inmediatamente después de la posada El Nidal de Nubes, justo donde se termina el muro, cruzan a la izquierda por un camino de tierra y se llega. No es necesario carro de doble tracción.

Está perfecto.

Cuando hay empeño. Oswaldo Malpica se dedicaba en Valencia a la construcción, pero en un viaje por los predios de Mérida resolvió que quería construirse una casita de montaña en un terreno precioso que vio por ahí. Arrancó con su maquinaria. El plan era hacer el sitio que todos añoran para pasar la vejez en silencio, pero en poco tiempo se convirtió en el constructor de Mérida, el hombre que resolvía cualquier entuerto que se presentaba en ese municipio con derrumbes, crecidas de río, terrenos que se caían o quebradas que era necesario embaular.

En esas andaba cuando le lle gó un proyecto para un hotel y lo hizo. En su mente promotora y audaz, se le ocurrió que tenía que ser tremendo negocio estar en un sitio donde la gente llegara, se quedara y pagara, sin necesidad de que él tuviera que andar dando tumbos con maquinarias y obreros. Sin la más mínima idea del negocio hotelero, mucho menos del de posadero, él y su extraordinaria esposa, Patricia Sieger de Malpica, consiguieron un terreno de fábula en la Loma del Medio, lejos de cualquier asomo de civilización, con acceso de tierra y como vecinos a ñps agricultores. Ahí se fajaron a crear El Pueblo que Tanto Di, el nombre de su empeño. Tanto dio hasta que hizo su pueblo, pues es ese el espíritu de esta posada estelar.

El Pueblo que Tanto Di. Un to tal de 20 cabañitas, una al lado de la otra, con preciosa terraza enfrente para sentarse a ver la montaña y los impecables jardines; habitaciones muy espaciosas, de techos altos, baños grandes y cómodos, cortinas para dormir hasta que el sueño lo exija, ricos colchones, muebles sólidos de madera y hierro y colchas de Tintorero.

En la parte de abajo hay otro grupo de cabañitas, igualmente cómodas y bellas. El comedor es una ricura, inmenso, con comida a la carta para decidir entre un extenso menú. El desayuno me pareció excelente, con arepas, huevos de cualquier forma, caraotas, carne mechada y jugos naturales. En la cena había pollo, truchas, pasta con salsas variadas, todo rico y muy bien presentado. La atención es impecable. Trabajan con gente de la zona, los mismos que se fajaron a construir y que luego se quedaron en la posada o en las fincas e...

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