Domingo sin ídolos

Estimado don Carlos Cure. Embajador de la República de Colombia. Iba a poner exce lentísimo y me contuve. Frené a ese piloto automático que quién sabe por qué impulsaba mis dedos hacia ese formalismo que, por lo menos en estas tierras, lleva a anteponer delante de todo embajador el adjetivo excelentísimo. De pronto, me pareció un exceso. Y no crea usted que empiezo así porque esta carta va en tono de reclamo. No. No lo tome de forma personal. El adjetivo me pareció exceso en general. Un exceso ciudadano, olímpico, planetario. Uno de esos clásicos chirridos del protocolo que ponen a sudar el sentido común. Quien dice excelentísimo espera de inmediato un ridículo con frac en mitad del Caribe. Por eso, rectifiqué a tiempo y me incliné por un cordial estimado. Escrito esto, con toda naturalidad, pasemos entonces al reclamo. Cuando vi el titular en la prensa, lo primero que hice fue sospechar. Supongo que usted sabe que, desde hace un buen tiempo, los venezolanos entrenamos a diario la sospecha. Es nuestra gimnasia preferida. Pensé que quizás era un cable cruzado, que alguien desde la hermana república había manipulado sus declaraciones y había rebotado un exabrupto hacia este lado de la frontera. Intuí que tal vez alguna mano con una sobredosis de pulso había aderezado un poco sus palabras. Llegué a temer que probablemente un editor, harto y cansado, había decidido a última hora torcer un poco el énfasis, colocar un petardo debajo de su voz. Por eso fui hasta el site de la radio W, de Bogotá, y me senté a buscar la entrevista. Por eso la escuché completa, justo hasta el final, para constatar que, por desgracia, el periódico tenía razón. Decían lo que usted dijo. Era cierto. Usted dijo lo que dijo. Al referirse a Álvaro Uribe y a su injerencia en el proceso venezolano, usted afirmó textualmente lo siguiente: Es complicado; él es el ídolo de la oposición en Venezuela. Cuando uno habla con alguien de la oposición Âcon los que uno conversa más porque la gente del Gobierno es reacia a socializarÂ, ellos lo ven como su ídolo, cualquier cosa contra el Gobierno les parece fantástica. Le juro, con toda sinceridad, que esas comillas todavía las siento como astillas de vidrio en la boca del estómago. El párrafo, en general, no sólo me parece infeliz sino frívolo. No sólo es incorrecto sino que también es injusto. No sólo dice usted una gran mentira sino...

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