Elisa Lerner en La torre de Timón

No conozco en persona a Elisa Lerner; sin embargo, desde esa extraña proximidad que otorgan los libros, imagino a una dama paciente: una exigente lectora, que raya los libros con firme y fina tinta y resalta alguna frase aparentemente reveladora para comprobar su validez, dejándola al margen de la página, dubitativa. También imagino a una mujer selectiva que no pierde tiempo con titulares mal escritos. Una pe queña certeza aparece en medio de todo: su participación en el grupo Sardio, junto con Ramón Palomares, el poeta de Escuque. ¿Sentirá Elisa Lerner el mismo fervor que yo abrigo por El reino y Paisano? Es mucho lo que puede es pecularse desde la distancia, cuando aún no existen lazos afectivos directos o se ha compartido un café en un eventual encuentro literario. Quienes sí la conocen la describen con noble y serena devoción.Esa devoción que demuestra, por ejemplo, Antonio López Ortega: Elisa nunca desanda su marcha: sólo espera a su alrededor armonía, el vino tinto de la amistad y quizás una hermosa prosa como la suya que la pueda distraer en una tarde cualquiera. A esta lista se suma Rafael Castillo Zapata, quien resalta el talante burlón y corazón de sigilosa bromista.II Hasta ahora, De muerte len ta es la única novela publica da por Elisa Lerner. Su prosa es robusta, suntuosa por momentos, y posee la carpen tiana severidad de un pala cio de justicia. Se necesita mucho silencio para escribir una novela de este tipo y mucho silencio para leerla.Quien tenga prisa no podrá saborearla, equivocará la estación y bajará en un lugar donde abunda el desgano y la apatía.Podemos comparar esta no vela con una mujer, ciertamente esquiva, que exige un cortejo esmerado. Apresurarse sería un naufragio argumental. De muerte lenta requiere de un lector paciente, y como ya ha dicho la autora, nuestro pasado ha sido una ruinosa y sangrienta impaciencia p.12.III José Antonio Ramos Sucre respira, con original aliento, en esta novela. Existe un giro sintáctico, un tema, un atisbo que indica una deuda, al me nos mínima, con el poeta sucrense. Con estos atributos, Lerner describe a Madame Dubsky, esa matrona israelita algo deslenguada: Indiferente a la naturaleza violenta del sol tropical, a cuestas de sus pequeños y delgados huesecillos a la intemperie, llevaba las arrugas del rostro con enérgica arrogancia, como invitados a una fiesta de verano, en medio de un jardín benévolo p.35.El estilo perifrástico es otro signo sutil que visualizamos en el capítulo...

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