El emergente

El caso Biogenesis puede marcar un antes y un después en la política antidopaje de las grandes ligas. Durante años, el establishment cerró los ojos o miró a otro lado cuando las estrellas y decenas de peloteros del montón acudieron a los esteroides y otras sustancias ilegales para mejorar arti ficialmente su rendimiento.Llegaban tarde, los peloteros, a esta cita con la trampa, que encuentra antecedentes en la antigua Grecia y que durante décadas ha sido explorada y combatida, según el bando, en la alta competencia y el olimpismo.Fue a finales de la dçecada de los ochenta y comienzos de los noventa cuando los primeros jugadores experimentaron con esta forma de dopaje, aunque durante más de 30 años habían campeado en los clubhouses las peligrosas anfetaminas, aquellas que notables héroes del deporte, como el ciclista Fausto Coppi, reconocieron que habían consumido, porque completar un Tour de Francia o un Giro de Italia era una tarea sobrehumana y Coppi, a pesar de su legen dario talento, un ser humano apenas.Así comenzó el dopaje en la gran carpa. Probablemente por experimentación y en parte por tratar de cumplir con las descomunales expectativas que el gran público y los equipos tienen sobre sus astros. Aunque el comisionado Fay Vincent prohibió el uso de los esteroides en 1991, a través de una circular que envió a las 26 organizaciones de entonces, los clubes no combatieron su consumo y un año después forzaron la renuncia de Vincent. Lo que siguió fue la Era de los Esteroides, un tiempo en el que dar 30 jonrones en una temporada era casi tan común como sacar 15 hoy en día. Hasta mediados de la década pasada, cuando la intervención del Congreso de Estados Unidos amenazó a las mayores con una ley, las grandes ligas no combatieron el flagelo. De hecho, no prestaron atención al mandato de Vincent ni redactaron algún tipo de reglamento en contra de las sustancias dopantes, a pesar de que su utilización sin supervisión médica estaba prohibida por la ley desde mucho...

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