Energía y tecnología

El 11 de marzo de 2011 ocurrió en Japón uno de los terremotos más fuertes de la historia. Además de los inmensos daños que provocó, 55 minutos después un gran tsunami barrió sus costas en el noreste, ahogó a millares de personas e inundó la planta Fukushima situada en la línea costera. Los generadores de respaldo quedaron desactivados, lo cual privó a los reactores nucleares del agua de refrigeración. En los días siguientes ocurrieron varias explosiones que dañaron las plantas y se produjo una considerable fuga de emisiones. El accidente arrojó dudas sobre lo que hasta ese momento se había dado en llamar el renacimiento global de la energía nuclear, que muchos consideraban imprescindible para abastecer las necesidades globales de energía. A miles de kilómetros de allí se gestaba una crisis diferente. En un pueblo de Túnez un joven vendedor de frutas, frustrado por los constantes abusos de la policía del pueblo y la indiferencia de las autoridades, se roció con combustible y se prendió fuego frente al ayuntamiento. Ese episodio y las manifestaciones que provocó corrieron como pólvora en ese país, el resto de África del Norte y el Medio Oriente. En medio de violentas protestas colapsó el Gobierno de Túnez, y poco tiempo después cayó también el de Egipto, la región entera se vio sacudida por demostraciones contra gobiernos totalitarios y en Libia las protestas escalaron hasta convertirse en guerra civil. El precio petrolero se disparó ante la pérdida de la producción de Libia 1.750.000 bpd, pero más por la desestabilización del balance geoestratégico del Medio Oriente. Estos 2 muy diferentes pero concurrentes eventos produjeron shocks en los mercados globales y subrayaron una realidad fundamental: cuán importante es la energía para el funcionamiento del mundo. En otro tiempo y lugar, a principios de 1980, George P. Mitchell, un productor de gas y petróleo de Houston, veía que sus reservas de gas declinaban implacablemente poniendo en riesgo el cumplimiento de su contrato de suministro de gas a Chicago. Pero estaba esperanzado por un informe geológico que hablaba de gas atrapado en rocas de gran dureza, shale rocks lutitas o esquistos. Aunque ese gas se podía extraer, la extracción era muy difícil, costosa y no rentable. Pero Mitchell perseveró perforando en una extensa región llamada Barnett Shale...

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