El Esequibo, las dictaduras y las guerras civiles

La Gran Bretaña jugó un papel paradójico en sus relaciones con Venezuela desde los primeros momentos de la Independencia. Allá se radicó Francisco de Miranda y fue el primer país al cual apeló la Venezuela naciente en busca de apoyo. Sus prestamistas monopolizaron las relaciones con la joven república. No obstante, sus presiones e incursiones sobre el territorio venezolano fueron tan tempranas que ya en tiempos de la Gran Colombia, en 1822, el ministro de Relaciones Exteriores, Pedro Gual, planteó el dilema que dominaría todo el siglo XIX entre la primera potencia del mundo y Venezuela y que se prolongaría todo el XX; aún en el XXI, los legados del antiguo colonialismo atentan contra nuestra soberanía. Pronto se cumplirán dos siglos desde el primer reclamo formulado por la Gran Colombia. El canciller Pedro Gual instruyó al representante en Londres, José Rafael Revenga, para que protestara ante el gobierno de Su Majestad la ocupación del territorio venezolano en la margen izquierda del río Esequibo. Retengamos las palabras del ministro Gual: Los colonos de Demerara y Berbice tienen usurpada una gran porción de tierra que según los últimos tratados entre España y Holanda nos perte nece, del lado del río Esequibo. Es absolutamente indispensable que dichos colonos o se pongan bajo la protección y obediencia de nuestras leyes o se retiren a sus antiguas posiciones. En 1834 Gran Breta ña envió al prusiano Robert Schomburgk para que explorara la colonia guayanesa. Pasó allá varios años. En 1840 fijó unilateralmente y sin autorización inglesa se alegó los límites, despojó a Venezuela de la mitad del territorio y el mapa del explorador se convirtió en dogma del imperio. Páez relata que, según informe de Fortique, Lord Aberdeen, secretario de Relaciones Exteriores, le había asegurado que Schomburgk no estaba autorizado para ocupar ninguna parte del territorio de Venezuela; sin embargo, fue a partir de entonces permanente referencia inglesa. Venezuela persistió en la de fensa de su integridad territorial. Así comenzó una larga historia. Alejo Fortique y Lord Aberdeen convinieron en un tratado que reconocía a Venezuela, en palabras de José Gil Fortoul, toda la costa comprendida entre la boca del Orinoco y la del Moroco. La muerte inesperada del enviado venezolano en Londres paralizó el proceso, a pesar de que urgía al Ejecutivo y al Congreso que se aprobara aquel proyecto. Sucedió como con el tratado de Michelena y el golfo de Venezuela. El tren sólo...

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