Año de falacias

Es difícil determinar cuál podría ser el comportamiento de un régimen cuya sub sistencia parece fundada en su capacidad de distraer los recursos del tesoro nacional para financiar una perenne campaña electoral ha habido 19 elecciones en los últimos 15 años, desviando la atención ciudadana de problemas cruciales para la sociedad y el individuo y enfocarla en contiendas de resultados más o menos previsibles, sobre todo por el vergonzoso papel del llamado el poder electoral, entre cuyas atribuciones constitucionales no está precisamente la de actuar como aliado incondicional del ejecutivo; es muy difícil, pues, precisar una línea de acción en un escenario que, en el corto plazo, no contempla elecciones, a menos que, en concordancia con el estilo Jalisco, nuestros jemeres rojos desaten una cacería de brujas contra líderes opositores para tratar de apoderarse, mediante amañados referendos, de espacios que le son ajenos, bajo la leninista premisa de que el control es preferible a la verdad.Enfrentado a una monumen tal crisis de abastecimiento y con las alforjas vacías, transitar por un camino hollado más por botas que por votos no será fácil para una administración viciada de nulidad en sus orígenes mismos, que no ha dado pie con bola en materia económica y, por los vientos que soplan y a juzgar por las declaraciones de quienes se ocupan de la economía, las finanzas y el petróleo, es incapaz de atinar con soluciones que permitan superar la crónica y grave crisis en la que vivimos desde haya demasiado tiempo; es muy probable, entonces, que se atice la conflictividad para poder justificar, con palabras y no con hechos, el incumplimiento de promesas formuladas únicamente con fines electoreros, como se desprende, por ejemplo, del fracaso de la misión vivienda cuyas metas estuvieron muy lejos de lograrse, al punto de que, según informó este periódico el pasado domingo, se dejaron de construir más de 200.000 unidades ofrecidas para el año que dijo adiós, o la cantidad de megavatios que, se aseguró, iba a generarse para regularizar el servicio eléctrico y poner fin a los apagones.Para eludir, errores y dispa rates derivados de la incompetencia y la corrupción inherentes a su gestión, Maduro decretó una guerra económica cuyas principales víctimas han sido los consumidores; una guerra de pacotilla que convirtió a militares de carrera en animadores de saqueos y rebatiñas para batallar contra la inflación que, en 2013, se situó en 56,1%, una...

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