Famosos: tristemente célebres

El gobierno nacional y sus propagandistas suelen hacer reiteradas alusio nes al prestigio que tiene Venezuela en el contexto latinoamericano actual. A fin de cuentas, encabeza la nación un proceso que encuentra su réplica en otros parajes del vecindario, condensados en una política exterior que tiene elementos formales de indudable audacia, aunque con fundamentos conceptuales completamente discutibles. Venezuela es, en pocas pala bras, un faro de la ortodoxia de izquierda en la subregión, esa franja de la política local que creíamos había desaparecido. Una nación que ocupa ahora, junto con Cuba, una suerte de variante mutada del guevarismo; que inspira a algunos movimientos campesinos y étnicos en naciones de pequeño calado y que, también, tiene una influencia clara en la política de entornos nacionales mayores que el nuestro, como Argentina. Un protagonismo famoso o tristemente célebre, según se vea, llevado adelante por lo que, a fin de cuentas, es un país petrolero, con unas dimensiones de medianas a grandes en la América hispana, bastante menos significativo, sin embargo, de los que muchas mentalidades parroquiales se suponen en las coordenadas gruesas de la política mundial. De lo que poco habla el pane girismo oficialista es del corrosivo proceso de primitivización de la política local y el escandaloso estancamiento de nuestras fórmulas cívicas en esta hora. Comparable, únicamente, con las naciones latinoamericanas más atrasadas. Con todos sus excesos y taras, Venezuela había logrado consolidar una democracia que le dio cobijo a decenas de miles de ciudadanos de otros países de la...

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