La fotógrafa elusiva

¿Cuántos artistas desconocidos no existirán en el mundo a punto de extinguirse sin re conocimiento? Gente que trabajó en silencio, con inmensas dudas sobre la calidad de lo que producía, y que por diferentes azares de la vida no fue descubierta. Borges recordó, en su mag nífico prólogo a las Crónicas marcianas de Ray Bradbury, a un predecesor notable del escritor de ciencia ficción: el poeta italiano Ludovico Ariosto 1474-1533, quizás el autor épico más significativo de su época. Ariosto, escribe Borges, ima ginó que un paladín descubre en la Luna todo lo que se pierde en la Tierra, las lágrimas y suspiros de los amantes, el tiempo malgastado en el juego, los proyectos inútiles y los no saciados anhelos. Quizás ese sea el verdadero lugar donde reposan las obras de los creadores incomprendidos. No se trata de un destino in merecido para las obras de artistas desconocidos, a quienes la suerte no siempre acompañó y que de alguna manera murieron en la ignorancia y la incomprensión. De estas historias quiero res catar una que data de 2007. Un agente literario aficionado a las antigüedades y a las fotografías, John Maloof, asistió a una subasta pública de objetos no reclamados por sus propietarios muebles usados, trastos viejos. Cuatrocientos dólares pagó por un lote de cajas, de esas que se usan para guardar objetos caseros en los desvanes de las casas. Y vienen con todo lo que hay dentro. Forman parte de las pertenencias de un propietario que no pagaba alquiler ni reclamaba su contenido. La ley establece en Estados Unidos que pueden ser rematados después de varios llamados de advertencia. Cuando Maloof comienza a indagar lo que ha comprado, con la sospecha de haber perdido 400 dólares en recuerdos familiares sin valor, se lleva una sorpresa enorme. Advierte 30.000 negativos y algunos rollos sin revelar. Cuando se da cuenta de la calidad de las imágenes, compra el resto de las cajas. De esta manera adquiere 100.000 negativos, así como 30.000 fotografías sin revelar, guardadas en sus rollos. Casi todas las imágenes fueron registradas en Chicago, entre los años sesenta y setenta, por una cuidadora de niñas llamada Vivian Maier. Para Maloof representan una de las colecciones de fotografías callejeras más...

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