Fuentes, a través de sus ensayos

Literatura Su amor por la literatura lo llevó, naturalmente, no sólo a escribirla, sino a escribir sobre ella. Un año antes de recibir el Premio Rómulo Gallegos por Terra Nostra --uno de los es casísimos solares de libertad de nuestra América, nos dijo con alabo en aquella oportunidad-publicó una breve obra sobre el autor de autores: Cer vantes o la crítica de la lectura 1976. Cervantes y el Quijote lo acompañaron incesablemente en el transcurso de su vida literaria: en múltiples oportunidades manifestó que lo leía con afán cada verano. El Manco de Lepanto lo proveía de capacidad imaginativa, a la vez que le recordaba las posibilidades del escritor. Acaso porque a partir del Quijote se puede recrear el mundo, pronunció al serle otorgado el Premio Internacional Don Quijote de La Mancha, como si el mundo estuviese siempre a un paso de la catástrofe y sólo la palabra pudiese salvarlo, la imaginación sostenerlo y la acción proyectarlo. Pero hablar de Cervantes fue también para Fuentes una constante oportunidad para ahondar en una problemática que no parece terminar de sanar y que pocos, especialmente en aquel momento, deseaban profundizar: nuestro legado español. Nuestra relación con España nos recuerda Fuentes en su ensayo sobre Cervantes, es como nuestra relación con nosotros mismos: conflictiva. La temática literaria obvia mente lo apasionaba, retomándola en múltiples oportunidades a través de su vida. Geografía de la novela 1993 se convirtió para Fuentes en una ocasión para rememorar y reflexionar acerca de aquellos autores que definieron su acontecer literario. Borges, Goytisolo, Roa Bastos, Kundera, Konrád, Lundkvist, Calvino, Rushdie --entre otros-comparten las páginas de ese panteón de escritores, detallado y ecléctico, pero sobre todo, universal. Quizás uno de los temas más fascinantes del libro es la supuesta e inevitable muerte de la novela anunciada a mediados del siglo pasado. Fuentes rememora lo que en aquel momento se pensaba: los antiguos territorios de la novela habían sido anexados por el universo de la comunicación inmediata. ¿Era posible que las cantidades enormes de información a las que estamos expuestos hubieran acabado con los deseos de búsqueda o creación imaginaria? Curiosamente el problema de nuestra época no está en lo que se dice, sino más bien en lo que no se dice. El territorio del escritor es aquel de lo no escrito y en este sentido la obra de arte añade algo a la realidad que no estaba antes allí, y al hacerlo...

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