Hacia el control total

El pasado miércoles, en cadena de radio y televisión, Nicolás Maduro trazó las líneas maestras de lo que parece que él quisiera que fuera su política económica a partir de este instante: En primer lugar, la fijación de los precios de todos los productos que se pongan a la venta, con el pretexto de ponerle fin a la guerra económica desatada por la burguesía parasitaria para arrebatarle al pueblo su revolución. En segundo término, la centralización y el más riguroso control de los diversos mecanismos cambiarios del gobierno, comenzando por Cadivi, con la excusa de que se trata de sincerar las operaciones financieras y comerciales del país el llamado dólar paralelo no existe, caballeros, es pura y canalla ficción, mediante la creación de otro gigante estatal, bautizado con el nombre de Centro Nacional de Comercio Exterior, que supuestamente regulará todo lo que tenga que ver con dólares, euros o yenes.En dos platos, lo que tenemos entre manos es el proyecto de imponerle al país un dominio cívico-militar total. ¿Para pulverizar a un enemigo que no cesa de impulsar sus criminales actividades golpistas? ¡Por favor! Los tres puntos esenciales de la crisis actual son el precio del dólar, la inflación que se ha hecho galopante y una escasez de productos básicos que no cesa de crecer. Maduro y no sotros sabemos que ese dichoso y todopoderoso centro no servirá para resolver el problema. Él y nosotros también sabemos que esa no es la auténtica meta oficial. De lo que se trata es, primero, de silenciar la verdad, y después, limitar aún más la libertad individual de los venezolanos. Y que lo demás, al margen de los ataques de locura, la codicia y las ansias de poder sin límite, es una explosiva mezcla de incapacidad y de aprovechamiento de una doctrina, el socialismo más o menos utópico de Marx, adornado con las siniestras desviaciones soviéticas, chinas y cubanas.Desde esta perspectiva, los ar gumentos que se esgriman en favor o en contra de las medidas anunciadas, entre ellos el de reducir el debate a una simple discusión sobre políticas públicas, carece de razón teórica y de sentido práctico. Nada tiene que ver la pavorosa crisis que abate a Venezuela con la folklórica ridiculez de crear un viceministerio para garantizarle al pueblo la felicidad suprema, o el no menos infeliz anuncio de que se van a instalar baterías antiaéreas en los barrios de Caracas para defender la ciudad y a sus habitantes de los ataques de la...

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