La hallaca y el extranjero

La hallaca ha terminado por convertirse en gran símbolo de la pertenencia.Poderoso cable a tierra. Manjar de comunión y encuentro. Y el más importante ritual gastronómico entre los venezolanos. No sólo la hallaca. En general, la mesa navideña. Ese orden culinario particular, sólido y estable, que tiene como soporte básico el triángulo de las virtudes formado entre el pernil, la ensalada de gallina y el pan de jamón, en cuyo centro, como corazón y destino, refulge la hallaca.Con la particularidad, siem pre lo subrayo, de que Venezuela es uno de los pocos si no el único de los países donde todos sus habitantes, de todas sus regiones y clases sociales, se sientan a la mesa el 24 y el 31 de diciembre, las noches de Navidad y Año Nuevo, más o menos a la misma hora, a compartir el mismo menú básico en el cual, con sus variantes regionales, la hallaca es ama y señora. Algo cercano a lo que ocurre en Estados Unidos con el pavo de Thanksgiving.Ahora también vive en el ex tranjero. Con la transformación, en apenas dos décadas, de país receptor de inmigrantes a país productor de emigrantes, la hallaca ha comenzado a rodar con vida propia por los cinco continentes.Llama usted por estos días a algún amigo o familiar venezolano residenciado en Houston, Berlín o Melbourne y uno de los tópicos de conversación cada vez más común será el: ¡Hicimos hallacas!. A lo que seguramente seguirá: Y nos quedaron buenísimas.O, como en la conversación telefónica que ha dado pie a este escrito, en la que un buen amigo venezolano radicado en Boston nos atiende, recién regresando de Nueva York, adonde había ido a reunirse con un familiar, y dice: A recoger las hallacas que me mandaron de Caracas. También como las amigas residenciadas en Cartagena, que mandan fotos no solo del rito de preparación, sino del viaje a una vecina población costera a buscar las hojas de plátano.El asunto puede ponerse costumbrista, como en las rimas aquellas de la primera mitad del siglo XX al estilo de Job Pim: La gran preocupación de aquí a enero/ tienen los habitantes de Caracas,/ no es el diario, ni el traje, ni el casero:/ son las hallacas. O grandilocuente y antropológico, como...

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