Simpatía por King Kong, un fragmento

A los cincuenta y siete años de edad y sin poder reconocer el "la" en un pentagrama, Kiko Malanga emprendió el estudio del vibráfono. Esa decisión atrajo sobre él y su patético denuedo todas las burlas de la Zona del Canal.

Me pareció entonces, sin embargo, que aunque hubiesen trascurrido casi cuarenta años de haber recibido el consejo de don Agustín Lara "aléjate de toda esta gente y ponte a estudiar música"; aunque, escolarmente hablando, estuviese partiendo de cero; aunque su oficio de payaso destajista apenas alcanzase para pagar las lecciones, estudiar música era lo mejor que Kiko podía hacer con su vida.

En aquel tiempo yo aún creía que no existen vocaciones demasiado tardías, que en el mundo hay sitio para quienes florecen tarde, que en la vida puede haber segundos y hasta terceros actos con epílogo; creía en fin, que un regreso a la carpa antes del telón final sería no sólo algo justiciero y bello bello por justiciero con lo que Kiko honraría al fin sus dones musicales, sino, también, que ese regreso era todavía posible.

Al recordar todo esto siento la misma piedad universal que me embargó al verlo en "Distinto Amanecer", en la filmoteca trasnochadora de Paco Chapman. Y veo claramente mi empeño en impulsar el retorno de Kiko a su carrera de estrella del mambo como algo no sólo fútil sino frívolo.

Poco tiempo después de que Chapman me contase la "Leyenda del Esquinazo" mientras mirábamos a Kiko cortar yuca en el mercado de Quinta Crespo, vino a Caracas una banda portorriqueña, la "Sonora Ponceña", para presentarse en un festival de salsa.

Acababa de llegar a mi oficina, temprano en la mañana, cuando Chapman telefoneó desde su habitáculo: la Sonora estaba ya en el estudio gigante, donde grabaría unos cuantos temas para el programa maratónico de los sábados.

Esto ocurría a fines de 1977.

Lo recuerdo bien porque por entonces yo estaba obligado a estar atento a los sucesos del "otoño alemán".

Otra banda, una banda de terroristas alemanes, la llamada "banda Baader-Meinhof", había secuestrado en Colonia a un acaudalado empresario con antecedentes nazis. Los terroristas amenazaban con asesinarlo si sus camaradas, presos en una cárcel de máxima seguridad, no eran liberados en masa y en un plazo breve y terminante. Para dar fuerza a sus exigencias, la banda logró comprometer a un comando del Frente de Liberación Palestina en el secuestro de un vuelo comercial de Lufthansa.

El Boeing 737, repleto de turistas, había despegado de Palma de...

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