Luces y sombras de 1982

Escribo estas líneas el 2 de abril, recordando el inicio de la crisis de las Malvinas, tal día como hoy hace treinta años. El mundo vivía la última fase de la Gue rra Fría, se aproximaba el derrumbe del régimen soviético, arreciaba el conflicto centroamericano y la integración regional se había estancado. Se produjo regionalmente en esos años una sostenida recuperación de gobiernos elegidos democráticamente, sin precedente en nuestra historia. Y en la pérdida de prestigio de los regímenes castrenses, no fue poca la trascendencia que tuvo la costosa aventura emprendida por los militares argentinos en las Malvinas. Esos tiempos serían además recordados como la década perdida para el desarrollo económico regional. El año 1982 es también en esto último referencia obligada. En enero, México, el mayor deudor después de Brasil y seguido por Argentina, se declaró en default. Durante el segundo semestre se redujeron a su mínima expresión los flujos financieros hacia la región, ahora sin capacidad de generar recursos para cumplir con el oneroso servicio de la deuda externa que había sido contraída en grandes volúmenes. Habían cambiado dramáticamente las circunstancias y los prospectos para las economías latinoamericanas: por la caída de los precios de las exportaciones y la reducción de la inversión extranjera directa, acompañadas por el aumento abrupto de las tasas de interés. En ese crítico año, entre abril y junio, la guerra en el Atlántico sur dejó a la vista graves vulnerabilidades regionales ante las cuales abundaron las reacciones inmediatas de rechazo tanto a la ofensiva militar inglesa como a la preferencia final del gobierno de Ronald Reagan por el de Margaret Tatcher, su socio en la OTAN. Para Washington Ây para algunos gobiernos latinoamericanos el...

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