Magnum Martínez, máster del oleaje

El bronceado perenne, una piel curtida por el mismo sol, cuyos rayos ha absorbido desde distintas partes del planeta, los ojos cristalinos como el mar que recuerda perfecto en Tahití y algunos mechones de pelo liso decolorados a punta de sal y arena, contrastan con el blanco gélido del estudio de fotografía. Magnum Martínez coge su tabla y hace su mejor esfuerzo para no mostrar ante la lente que en realidad está tiritando por el frío que suelta el aire acondicionado. El surfista de 38 años asoma una dentadura que tiene plenos motivos para sonreír: en julio de este año, fue el primer venezolano en ganar el Campeonato Mundial de Surf organizado por la Asociación Internacional de Surf (ISA), en la categoría Máster, que agrupa a deportistas mayores de 35 años. "Ese campeonato es como la olimpiada del surf. Inclusive, de un tiempo para acá la ISA recibe tutela del Comité Olímpico para adaptarlo a ese formato", explica el también ganador de una válida en el circuito mundial de la Asociación de Profesionales del Surf (ASP). De ganar competencias y trabajar en su alimentación y entrenamiento durante 20 años, Martínez finalmente portará un título mundial durante todo un año, aunque el logro sea imperecedero. De Los Caracas para el mundo. Contrario al mito sobre el estilo de vida despreocupado, hippie y nómada del surfista, el que desee practicar el deporte con propósitos de profesionalizarse, tiene la disciplina y precocidad que lo mismo se adaptan a una bailarina de ballet. Martínez dice haber empezado tarde, a los 15 años, cuando se adentró como aprendiz en las olas de Los Caracas, en el estado Vargas. "Empecé a vender bikinis, y cuando gané mi primera competencia en Ecuador, compré un montón de bolsos típicos y así me resolvía el siguiente viaje", rememora el atleta de baja estatura y peso liviano que fue repitiente en el liceo y finalizó el bachillerato en parasistemas. "Tenía muy claro que quería ser deportista de competencia, así que mi papá me ayudó económicamente para marcharme con 19 años a California", cuenta el hijo del desaparecido Oswaldo Martínez Ojeda, de quien sólo tiene cosas buenas para decir. "Estuvo involucrado en cosas fuertes, pero a mí y a mi hermano nos inculcó fuerza de voluntad y que la palabra nunca se rompe", describe sobre dos consignas que aplica en su proceder. "Quería surfear en Santa Mónica y Malibú para probar qué tal me iba y conocer gente. Terminé quedándome durante 18 años", cuenta quien ahora radica en Panamá...

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