El museo de los pequeños se hace grande

En el Museo de los Niños el silencio se suplantó por exclamaciones de asombro, manos inquietas y curiosidad de todos los sentidos. Sus dos edificaciones, la primera con ambientación de cámara oscura e iluminación focalizada y la segunda -más reciente-, parecida a una caja de cristal o a una torre de lanzamiento espacial, son la "maravillosa realidad" en la que miles de niños y también adultos se han enganchado por 30 años. Hoy, y como siempre, procura su cara más amable gracias al trabajo minucioso del equipo de personas que posibilitan su funcionamiento, enriquecido por exhibiciones actualizadas y nuevos aportes educativos. "El Museo trata de mantener su esencia, aunque varias cosas hayan cambiado con los años", expresa José Ángel Andrade, administrador del recinto y antiguo Amigo Guía. Su trayectoria de 15 años allí lo ha hecho un hábil conocedor. "Antes abríamos de miércoles a domingo, ahora es todos los días. El Museo solo cierra cinco días al año", relata con esmero quien compartió muchas veces con su fundadora, doña Alicia Pietri de Caldera, de quien recalca su constante tenacidad e ilusión por el proyecto. "Le llamábamos "tía Alicia" de cariño. Siempre nos inculcó seriedad e iniciativa", apunta. En el marco del aniversario, se ha puesto en marcha la remodelación de algunas exhibiciones, aunque todos los años se atiendan las necesidades. "Estamos por debajo del estándar mundial de exposiciones cerradas que puede tener un museo. Menos de 3% de las exhibiciones están en mantenimiento", comenta Andrade. Así, se han agregado más asientos para el público, elementos tecnológicos y áreas completamente remodeladas, como la de Comunicaciones y Biología. "Pronto se instalará una sobre el satélite Simón Bolívar", apunta Andrade y destaca que la institución se ha enfocado en lanzar mayor cantidad de publicaciones educativas, complementarias del programa de estudios de cualquier escuela. El administrador considera que el alma del Museo es, aparte de los niños, los Amigos Guías. Y lleva razón, pues en cada esquina se les ve atentos a las preguntas que surjan de los niños, a las que responden con una exposición detallada de ideas. Israel Díaz, de apenas 19 años, ya ocupa el cargo de Máster en el área de Ciencias de la Vida, y con su buena postura y educación, es un ejemplo para los niños visitantes. "Para trabajar acá hay que tomar un curso de un mes, en el que nos dotan de herramientas pedagógicas", dice con una voz madura para su edad. Ahí está el secreto del Museo: que aprender jugando es asunto serio.

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