Noticias del mar revuelto

E l viento anda de visita en la isla de Margarita.Es su costumbre en marzo.Un niño intenta armar un papagayos con una bolsa de plástico rota, un hilo rojo y vari llas de bambú. Es lunes. No está en el colegio. Su padre prepara un jugo de papelón con limón para los pocos clientes que ese día buscan una dosis de gastronomía criolla en El Rincón de las Empanadas en Pampatar. El niño está concentrado en la faena. Muerde su lengua mientras su chola izquierda, rasgada y vieja, se balancea al son de su pie. Su padre lo azuza a moverse de sitio. El niño sale disparado con su precario papagayo y trata de convencer al viento. Al fondo, la madre ofrece empanadas reposadas o hirvientes, con carne mechada o molida, la Ricky Martin o la de cazón. Es lunes y hay un niño fuera de la escuela y uno se llena de preguntas que nadie responde.*** Cualquier pretexto sirve para viajar a Margarita.Allí, los males que nos aquejan parecen menores. Quizás es efecto de los aires yodados del Caribe. Con los pies en la arena, las noticias sobre un rocambolesco golpe de estado se las lleva la resaca. La crisis-país no combina con palmeras. El hastío de las cadenas presidenciales parece no alcanzarte. Es una sensación fugaz. Un espejismo. Solo eso.*** A la isla llegan las tribulaciones de tierra firme. Pero Margarita sabe generar sus propios titulares. Los pescadores de Juan Griego hablan de la inseguridad del mar. No se refieren a corrientes traicioneras. Cuentan de gente que los asalta en alta mar y les roba los motores de sus lanchas. Esas que usan para pescar.Para ganarse la vida. Los llaman piratas. Malandros de agua salada.Si hablas con un vendedor de ostras te contará de la devastación ocurrida en Playa El Agua: Eso ahora es un peladero de chivo. En los primeros días de febrero, efectivamente, el gobierno llegó con maquinaria de demolición, unos cuantos guardias nacionales y no dejó un solo establecimiento en pie. A ese gente no le dejaron ni recoger sus peroles, te cuentan. Ese restaurant donde usted alguna vez pasó el día y fue atendido a la orilla de la playa, bajo un toldo y sobre unas tumbonas, ya no existe. Muchos de esos locales tenían más de 15 años de existencia. Pero llegaron las palas mecánicas, las armas largas y el grito tronante de un militar. Mucha gente se agolpó para defender las instalaciones. En una de ellas, el militar a mando se llevó al dueño del local a un rincón: Si hay un herido, te imputamos como a Leopoldo López y vas preso. Así de...

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