Nunca antes

Qué lejos estamos de la realidad. La polarización política que vive el país no nos permite juz gar objetivamente a los dos últimos gobiernos. Razón tenía Gabo cuando dijo que en Colombia la opinión pública no está formada por electores sino por hinchas.Como hinchas, los partidarios de Uribe nos recuerdan siempre solo los extraordinarios logros de su gobierno: duros golpes a la guerrilla y al fin una seguridad conseguida en todas las áreas del país; su empecinada microgestión para vigilar cuanto proyecto había puesto en marcha; las garan tías dadas a la inversión extranjera; buenos índices de crecimiento y una política social destinada a favorecer a los sectores más pobres de la población.Al mismo tiempo deberíamos reconocer algunas fallas propias de Uribe y de su imperioso liderazgo, como el afán de tener en sus manos todas las palancas del poder, el empeño de buscar una segunda reelección dándole con ello nuevas alas al clientelismo político y algo realmente grave: la supresión del fuero militar, que puso a oficiales y soldados en manos de una justicia ordinaria infiltrada por amigos de la subversión.Con Santos sucede algo pareci do cuando desconocen o cuestionan éxitos de su gestión en el campo económico, su política de vivienda, la educación gratuita para los niños en edad escolar y, sobre todo, el hábil manejo de su política internacional.Lo cuestionable de su gobierno se relaciona esencialmente con sus juegos de efectos e imagen, los anuncios de proyectos que no despegan y, sobre todo, el llamado proceso de paz, que, si bien responde a una profunda aspiración de la gran mayoría de los colombianos, tiene hoy...

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