País sin vehículos

Desde hace más de seis décadas la industria venezolana del automóvil, a pesar de las recurrentes oscilaciones de las políticas gubernamentales y con no pocas dificultades, ha logrado desarrollarse y convertirse en uno de los pilares de la economía. No sólo aporta vehículos, imprescindibles para el funcionamiento de la sociedad; no sólo fabrica vehículos con capacidad, cada vez más, de competir con los más altos estándares internacionales; no sólo ha sido propagador de innumerables actividades económicas conexas relacionadas con talleres, repuestos y otros servicios; no sólo ha formado a varias generaciones de venezolanos en las distintas especialidades de la mecánica; no sólo ha protagonizado una permanente y abierta política de transferencia de tecnología al país, sino lo que es más importante y fundamental, ha sido una gran generadora de empleo de calidad. Hoy por hoy, emplea de forma directa a más de 25.000 personas en todo el país. Todos estos indicadores son realidades indiscutibles.

Lo que viene sucediendo en Venezuela con la industria automotriz es representativo de un modo de pensar, de actuar y de responder a la realidad, cuyo resultado no será otro que la destrucción de esa industria, tal como ocurrió con la agricultura.

El régimen en el poder ha permitido que una serie de conflictos laborales, ilegales e injustificados, desangren la economía de las empresas automotrices, sin que haya castigo para los responsables. Se ha hecho la vista gorda ante hechos graves, como la destrucción de equipos y vehículos durante estos conflictos.

Pero el acoso no termina aquí. Las políticas del régimen, en primer lugar el control de cambio, ha sido la causa principal de la escasez de vehículos y del desarrollo de un mercado...

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