Mi país en un afiche

Hagamos juntos un ejercicio: escribiré un bloque de palabras y usted pensará en una región de Venezuela. Comencemos. Las primeras son: ají dulce, empanada de cazón y tomate... ¿Pensó en la isla de Margarita? ¡Bien! Entonces estamos listos para seguir. Ahora las palabras son: pisca, pastelito, dulces abrillantados, papa y cebollín... ¡Bravo! En efecto, se trata de Mérida. Déjeme subir un poco la dificultad. Piense bien, no hay apuro. Las dos palabras que vienen son morcilla y chorizo... ¡Genial, en efecto es Carúpano! Estamos de acuerdo. Por más que sean dos palabras genéricas, a mí me nombran morcilla y automáticamente pienso en la carupanera. Los que he nombrado con este trío de ejercicios son claros descriptores de regiones, y permiten acotar un factor con enormes implicaciones comerciales: todo turista, viene con expectativas gastronómicas preconcebidas que desea satisfacer para sentir que su viaje ha sido completo; y en caso de tratarse de un destino exótico y desconocido se sentirá más cómodo si estos descriptores existen. Si usted, por ejemplo, viaja a Argentina, probablemente lleva dentro del morral la palabra asado y es casi seguro que sentirá una profunda decepción si no lo consigue en los primeros restaurantes que visite. Si, por el contrario, ha decidido viajar a un lugar exótico y lejano como Islandia, sentirá enorme desasosiego si ante la pregunta ¿Qué se come aquí? encuentra que ningún local es capaz de guiarle. De allí que es fundamental que quienes atendemos clientes en la industria turística, quienes formamos gente en el área, así como quienes planifican las políticas de promoción, no sólo tengamos claro cuáles son las expectativas naturales que tiene el visitante, sino que sepamos estructurarnos para estar a la altura de ellas. Sentarse a definir cuáles son los descriptores de tu región es un ejercicio precioso que nos obliga a pasear por todo aquello que nos define. En el fondo es el ejercicio de hacer un índice iconográfico de aquello que nos representa gastronómicamente. Estos descriptores bien podrían clasificarse en tres grandes conjuntos: aquellos que provienen directamente de la naturaleza como carite, papa, ají dulce o alcachofa, que bien podríamos llamar descriptores primarios; aquellos que son recetas reconocidas de la zona como papelón, panela de San Joaquín o pastelito andino, que llamaremos secundarios; y aquellos que poseen enorme arraigo...

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