La pomposa cueva de la injusticia

El hábito no hace al mon-je. Llamar Palacio a ruinas, casa de la justicia en Venezuela solo ex presa desprecio y burla de los poderosos por sus súbditos. Ironía que pretende el apodo como la esencia, mientras la malévola contemplación se regocija en la miseria. El Palacio de Justicia lucía ambicioso sobre los planos y proyectos; hoy no es ni la sombra de lo que su arquitecto soñó. La casa de la justicia, las oficinas y salas, los archivos de tribunales penales son los harapos con los que se viste el ejercicio del derecho en Venezuela.La vergüenza aflora cuando las lluvias inundan sus pasi llos, provocan desamparo y deprimen más las acongojadas almas de encausados y familiares, cuando esperan con la ilusión de desesperados por justicia que se les devuelva su vida. La fetidez de los baños invade las oficinas, mayor hediondez aún cuando cortan el agua corriente y el pútrido olor de los detritos en descomposición invade pasillos y las paralíticas escaleras mecánicas, atestiguando lo sentenciado hace años por la pravedad que invadió el edificio.Consta el Palacio de Justicia de Caracas de dos construcciones, una donde se cumplen las ejecuciones del régimen y otra entregada a la destrucción por el abandono. En ambos se respira un ambiente del vértigo de la injusticia. Allí descaradamente se ignora la Constitución y leyes de la república. Espacio mezquino donde se burlan los jueces de resoluciones fundamentadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y Carta de las Naciones Unidas.Es la maloliente penumbra, la soledad del abandono, el teatro idóneo para la violación del artículo 31 de nuestro texto fundamental, ese...

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