Presunciones y carencias

Apesar de lo tentador que resulta para quienes tenemos el atrevimiento de opi nar el que Maduro se haya metido en camisa de once varas desafiando a la oposición a un debate surrealista que tal vez no se produzca, pues esperaba silencio por parte de la MUD, pero Capriles resultó respondón, y a riesgo de llover sobre mojado, pecar de calichoso y aburrir al lector voy a insistir sobre una cuestión que suscitó rechazos y condenas a todo lo largo de la pasada semana: la homofobia revolucionaria, socialista y bolivariana concomitante con la naturaleza de un régimen cada vez más teñido de verde oliva, cuya cabeza pareciera ser títere y no titiritero; un régimen que tiene impreso en su ADN el atávico rechazo a lo que considera desviaciones o anomalías sexuales, característico del caudillismo, del militarismo y del extremismo dogmático.Carson McCullers escribió una notable novela, ambientada en una base militar del sur de los Estados Unidos, que versa sobre la homosexualidad, la infidelidad y la desolación, Re flejos en un ojo dorado, llevada al cine en 1967 con Marlon Brandon y Elizabeth Taylor, bajo la inteligente dirección de John Huston.En la película, el capitán Penderton Brandon disimula con un manto de repulsión la atracción que siente hacia el soldado Williams; sus reprimidos deseos lo llevan a reafirmar su masculinidad en exigentes ejercicios físicos, narcisistas contemplaciones de su imagen en el espejo y una perturbadora relación con los caballos.Cuando días atrás vi de nue vo esta cinta creí entender la histérica intransigencia de Carreño; comprendí que, seguramente, sufrió un inconfesable trauma, que tal vez de niño un payaso se le insinuó en una piñata o intentaron seducirlo en un jamboree; que, ya cadete, quizá fue humillado por sus superiores quienes, como él mismo haría después, le llamarían civil, insulto favorito de oficiales y sargentos, o lo enviarían a las caballerizas de la academia militar para que oficiase de mamporrero. Quién sabe.Sea cual fuese el origen de su intolerancia, lo cierto es que ese capitán de apellido ilustre y conducta arrogante a la par que deplorable, aupado por Cabello y con el aplauso aprobatoria de una turba que ha enlodado a extremos inimagi nables la función legislativa, desvió lo que se suponía era un debate sobre la corrupción al plano de los insultos y la descalificación con grotescos argumentos para escandalizar a la galería. Y tarde pió con sus excusas porque el país entero tuvo tiempo de sobra...

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