Jetson en el restaurante

En 1962, la dupla genial de William Hanna y Joseph Barbera creó una serie animada para televisión llamada The Jetsons traducida como Los Supersónicos, en la que se recreaba la cotidianidad de una familia trabajadora de clase media en el año 2062. La serie tenía una virtud que la volvió adictiva para los de mi generación: mostraba el futuro como divertido y mejor. En el fondo no hay chico que no rece para que su adultez no vaya a ser como la de Terminator, y en lo que respecta a la forma en que interactuamos hoy en día el futuro ya está aquí. Por suerte, se parece bastante al de la serie. Son muchísimas las cosas que se mostraban allí que veíamos como delirios futuristas imposibles que no tuvieron que esperar hasta bien entrado este siglo para aparecer. Por ejemplo, ver al señor y la señora Sónico hablando por teléfono mientras se veían las caras va camino a ser la norma de cualquier teléfono móvil en el futuro cercano, y ya lo es para los de mayor valor. Hay escenas en las que los Supersónicos no sólo son capaces de ver en una pantalla algo, sino que además en la misma aparece información adicional sobre el objeto en cuestión. Probablemente ya estaban al tanto de los trabajos de Morton Heilig, considerado el padre de la realidad virtual, quien mostró al público su máquina multisensorial Sensorama el mismo año del nacimiento de la serie. El camino de la realidad virtual ha ido llevando al concepto de realidad aumentada, que no es más que lograr que la visión directa de un objeto mediante fotografía o video nos permita interactuar con él no sólo desde la imagen sino también a través de elementos virtuales como, por ejemplo, información del mismo, links de Internet, videos, etcétera. Para que se entienda mejor, una cosa es tomar la fotografía de un cuadro en un museo y otra es que en la foto aparezca información sobre el pintor, como por arte de magia. Todo el proceso de realidad aumentada se sustenta en dos tecnologías que se desarrollan a paso vertiginoso. Por un lado, la capacidad de manejar la inmensa memoria que implican los enormes bancos de imágenes necesarios, y por el otro un software de reconocimiento de imágenes cada vez mas preciso. Recientemente, para probar, le tomé con mi teléfono una foto a la imagen de Buda se trataba de una escultura que aparecía en la portada del libro que leía mi hijo Siddhartha de Hermann Hesse y activé el buscador de imágenes...

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