Teilhard de Chardin y el destino cósmico

Como en Pascal, el pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin lleva consigo el fuego inte rior, el desvelo del alma, sea que su tema sea la paleontología o la naturaleza humana. Se ha dicho de él que fue el Tomás de Aquino del siglo XX, al acercar las ideas producto de la ciencia con la reflexión filosófica, para realizar la nueva propuesta de la evolución humana, en el afán de explicarse la vida del hombre con un sentido de trascendencia. Ejerce la mística y la apologética en la búsqueda de la última razón de la conciencia y la sabiduría.La línea trazada por Darwin para explicar el sitio específico del hombre en el mundo natural fue aceptada por Teilhard de Chardin. Lo dijo de un modo que justificaba el evolucionismo y lo conducía a una progresiva conciencia cósmica. El mundo no se hizo en un solo día, ni en siete, y tampoco Dios descansó en el día octavo. El último día, que pautó el nacimiento humano, no llegó ni siquiera en millones de años, y todavía sigue su avance. Para el hombre, apenas amanece.El hombre adquiere trascen dencia con la palabra: en el principio fue el verbo, nos dice el cuarto Evangelio. El lenguaje no aparece para satisfacer necesidades biológicas, y podemos comprender esta afirmación al observar que los animales viven sin tener un lenguaje articulado. El ser humano tiene el lenguaje como un medio para existir plenamente, pero con él no satisface tan sólo necesidades de subsistencia material, sino también otras entidades que se oponen a la materia: las pasiones, los mitos, la tribu, el trabajo. Y por sobre todo Dios, al que invoca para comprender el mundo y comprenderse en el espíritu.Rousseau nos quiso mostrar la frágil línea que separa la cultura de la naturaleza. El cristianismo y el marxismo, por igual, objetaron estas ideas, porque ambos afirman la evolución histórica y proclaman la singularidad del hombre: único.En un giro poético, Octavio Paz nos ha dicho que volver a Rousseau es saludable: Es una de esas fuentes que se encuentran en un cruce de caminos, a la entrada de un pueblo. Bebemos con delicia el agua y, antes de perdernos en las callejuelas polvorientas, nos volvemos una vez más para oír el viento entre los árboles. Tal vez el viento dice algo que no es distinto a lo que dice el agua al caer en la piedra. Por un instante entrevemos el sentido de la palabra reconciliación.Las reflexiones de un científi co no están muy alejadas de las que hace el filósofo o el místico.Teilhard de Chardin sabía muy bien...

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