La UCV castigada

El régimen de Chávez y Maduro es persistente en algunos de sus odios: el que se ha manifestado desde 1999 hasta esta fecha hacia la Universidad Central de Venezuela ha resultado inagotable. De ese odio, que es como una mina de múltiples vetas y sin fondo, continúan surgiendo actuaciones que no tienen otro destino que debilitar la principal y más antigua universidad venezolana: el objetivo es castigarla, vejarla, someterla al desprecio cada vez que sea posible, para conducirla a un estado de impotencia, llevarla a un punto donde ella se vea obligada a someterse a las veleidades del régimen.

El lector puede memorizar algunos de los hechos: el régimen ha permitido que grupos de vándalos lancen bombas, disparen, quemen vehículos, destruyan instalaciones que han alcanzado la calificación de patrimonio arquitectónico de la humanidad, sin que se haya producido actuación alguna de las autoridades que garantice que estos hechos no volverán a ocurrir. Recordemos que hace algunos meses, en junio de 2013, la rectora Cecilia García Arocha denunció en rueda de prensa que esa institución ha puesto en manos de las autoridades más de 60 casos de ataques a la UCV, sin resultados concretos. El país no puede olvidar, por ejemplo, la muerte de Alexandra De Armas, estudiante de la Escuela de Letras que falleció en marzo de 2012, producto de la intoxicación causada por bombas lacrimógenas lanzadas por encapuchados. La conclusión no admite dudas: entre los encapuchados violentos y la UCV, el régimen se ha negado a prestar apoyo real a la universidad. La impunidad es la política predominante.

A la UCV no solo se le ha despojado de sus condiciones básicas de seguridad: también se le ha empobrecido. El país conoce de modo suficiente el recurrente asunto del presupuesto...

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