Ventajas del olvido

La exploración de la propia biblioteca es siempre gratificante. Qué voy a empezar a leer hoy es la pregunta que pone fruición en mis dedos mientras buscan tocando los lomos de los libros que se alinean inquietos, en espera del contacto de la mano. Y hoy me digo: Vladimir Nabokov, este tomo de cuentos de Vintage que tantas veces he pasado por alto porque siempre me ha vencido el gusto por sus novelas, desde aquella primera que leí en mis años de Berlín, Ri sa en la oscuridad, la maestría de lo trágico, o la sin par Lolita, no por tan aclamada y tan filmada menos obra maestra.Me lo llevo triunfante, ya atardece, es la hora en que siempre empiezo a leer, salgo al jardín y voy rumbo al corredor en busca del sillón, siempre hay un viejo sillón preferido cuando de libros se trata, y ahora doy inicio al rito de revisar tapa, contratapa, solapas: Suntuoso, glorioso, dicen las líneas del The New York Ti mes citadas en la propia portada. Y por fin voy al índice.Cuando leo un libro de cuentos no siempre empiezo por el pri mero de ellos, siguiendo el orden en que vienen en el índice, porque leer al azar es parte de la delicia que aguarda solapada. Dejarse seducir por los títulos más atractivos, o en todo caso hacer una exploración a ciegas como quien se abre paso en un bosque donde nunca antes se ha puesto pie. ¿Pero si los árboles están ya marcados, como hacen los leñadores con aquellos que van a ser derribados? Porque otra de mis costumbres es calificar los cuentos de un libro con asteriscos, de uno a cinco asteriscos puestos al lado de cada título en el índice con lápiz de grafito, según el grado en que me hayan gustado o impresionado. Si hay asteriscos en el índice, por allí ha pasado ya el leñador. Y advierto con susto que allí están los asteriscos en el libro de cuentos de Nabokov.¿Ese libro que he sacado del estante como si hubiera estado años esperándome, ya leído? ¿Cómo puede ser el olvido tan solapado y pertinaz y tan aguafiestas? Pero entonces, en lugar de devolverlo a su lugar en el estante, y buscar otro, me propongo una relectura. Nabokov siempre vale la pena. Y ensayo una especie de azar. Ignorando el índice donde han quedado las marcas de hace tiempo, y como quien baraja un naipe, empiezo por el primero que encuentro.O vuelvo a los árboles marcados, y ateniéndome a mis propias calificaciones de antaño elijo los que entonces me parecieron los mejores, los que tienen cinco asteriscos; o, al revés, los que sólo tienen dos, o apenas uno.Las...

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